Innovación versus astucia

Por en Diseño & Desarrollo

Es necesario definir qué es exactamente la obsolescencia de un producto o servicio y cómo afectará a clientes y consumidores. Y, legítimamente, preguntarnos si es una práctica contraria a la innovación.

*Por Andrés Rodríguez, gerente comercial de Lemontech

Escuchamos, quizás hasta el cansancio, la importancia de la innovación, concepto que se enarbola constantemente para dar cuenta de la necesidad de crear una cultura que promueva la búsqueda constante de mejoras, la disrupción y  creatividad para aportar con soluciones a los problemas de nuestra sociedad. ¿Puede alguien estar en desacuerdo con esa mirada?

Obviamente no, y dado que todos están de acuerdo y quieren plegarse a la cultura de la innovación (¿se imagina a alguien diciendo que está en contra de la innovación?), creo necesario establecer marcos que permitan identificar ecosistemas innovadores.

Uno de estos marcos surge a propósito de la demanda interpuesta por ODECU por obsolescencia programada en algunos teléfonos de alta gama, lo que hace necesario que las empresas tecnológicas definan qué es exactamente la obsolescencia de un producto o servicio y cómo afectará a clientes y consumidores. Y, legítimamente, preguntarnos si es una práctica contraria a la innovación.

La obsolescencia programada es una práctica que nació como una medida para superar la crisis de 1929, que busca en el diseño de productos una duración por un tiempo determinado con el fin de incentivar el consumo y las ventas de los fabricantes. Vale decir, un límite al potencial de la tecnología por una estrategia comercial: ¿Es eso innovación?

Hoy, en medio de avances tecnológicos exponenciales, la funcionalidad y duración de  productos tecnológicos masivos como computadores, software y celulares queda en entredicho y despiertan la sospecha de los consumidores. No son pocos los que se preguntan si vale la pena comprar el teléfono último modelo, si en poco tiempo su rendimiento decaerá considerablemente.

Es una preocupación válida si se reconoce una cultura de innovación que promueve constantes mejoras. Pero si se trata de un deterioro intencionado de un equipo que tiene como motivo conseguir una pronta renovación, se afecta la confianza y buena fe, y deja de ser una preocupación, pues es un engaño. Existe un conflicto, entonces, entre la innovación tecnológica y la “innovación comercial”. Astucia puedo llamarlo también.

Desde mi punto de vista, el concepto innovación exige el despliegue máximo del potencial de un producto o servicio que se desarrolla. Estrategias paralelas para empeorar la experiencia son mecanismos creativos desde lo comercial, pero contrarios a la innovación.

Es esta idea la que sustenta  la tendencia mundial de contratar el software como servicio, dado este tipo de productos asegura y exige actualización, además de las mejores prestaciones posibles, pues la permanencia de sus usuarios dependen exclusivamente del valor entregado día tras día. Si se cobrase por cada actualización, no me cabe duda el desangramiento por fuga de clientes que habría.

Las empresas tecnológicas y su innovación pueden dejar atrás productos y servicios actuales a través de la tecnología, eso es legítimo. Por el contrario, la obsolescencia programada socava la confianza de consumidores y clientes, no constituye ningún beneficio y eficiencia, y solo genera molestias, frustraciones y malos ratos.

Y a una empresa que la ejecuta puedo reconocerle astucia, pero no llamarla innovadora.

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