El rol de la tecnología en la regulación financiera

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"Mientras que las Fintech siguen consolidando su desarrollo en toda nuestra región, el proceso de digitalización acelerado por la pandemia trae nuevos usuarios de servicios financieros online, más competencia y consecuentemente más inversión".

*Por Diego Schargorodsky, managing director de Globant en Sudamérica

Recientemente, Gary Gensler, presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, calificó como “un salvaje oeste” a las plataformas de intercambio de criptomonedas, alertando sobre supuestas estafas, fraudes y abusos en ciertas aplicaciones dedicadas a la compraventa de dichas divisas. A su vez, Gensler solicitó al Congreso mayores atribuciones para supervisar el intercambio de criptos y remarcó la necesidad de evitar que las transacciones, los productos y las plataformas caigan entre las fisuras regulatorias.

En paralelo, El Salvador se convirtió en el primer país del mundo en autorizar el curso legal del bitcoin, lo cual generó un rechazo inmediato por parte del FMI, que desde su blog indicó que una adopción generalizada de esta moneda tendrá efectos negativos en la estabilidad macroeconómica del país centroamericano. 

En este contexto, los gobiernos y los organismos multilaterales de crédito entienden que el intercambio de dinero debe ser regulado por los Estados nacionales y que no debe quedar sujeto al libre comercio sin restricciones entre personas. Estos mecanismos de control, señalan las autoridades políticas, ayudarán a generar un entorno seguro en las transacciones, desde el punto de vista legal y tecnológico, aunque también es cierto que el marco regulatorio es lo que permitirá a los distintos gobiernos nacionales aplicar impuestos y tener el control de la emisión de sus monedas locales.

Más allá de la apreciación política que cada uno tenga, lo que estamos viendo es un rol cada vez más importante de la tecnología para transparentar procesos financieros y brindar un entorno de seguridad a los usuarios. Mientras que las Fintech siguen consolidando su desarrollo en toda nuestra región, el proceso de digitalización acelerado por la pandemia trae nuevos usuarios de servicios financieros online, más competencia y consecuentemente más inversión. La innovación en tecnología, en ese escenario, es un factor diferenciador en un mercado cada vez más dinámico e inclusivo, y que demanda una reinvención permanente.

Los números también muestran contrastes. Mientras que la transformación digital sigue avanzando, los ciberataques crecieron al ritmo del 30% en el primer semestre de 2021, según un reciente estudio de Check Point.  Los delitos digitales, agrega el BID, pueden generar pérdidas equivalentes al 1% o el 6% del PBI de un país, dependiendo la sensibilidad de la estructura hackeada. Esto pone en evidencia no solamente la falta de un marco regulatorio para algunos servicios financieros, sino la necesidad de desplegar políticas de seguridad e infraestructuras TI capaces de generar confianza en los usuarios y garantía en las transacciones.

Como si fuera poco, la huella de carbono de la minería de bitcoin sobrepasa los 17.000 kilotoneladas de dióxido de carbono al año. Según un análisis del Centro de Finanzas Alternativas de la Universidad de Cambridge, si el bitcoin fuera un país, consumiría más electricidad que Finlandia, Suiza o Argentina.  No es un dato menor, en un mundo donde la transformación digital busca aminorar los impactos medioambientales. Y en Chile, puntualmente, la llegada de la banca ética promete colocar a la sustentabilidad como eje de las inversiones, lo cual va a generar mayor competencia en la discusión ambiental de las entidades financieras.  

Asimismo, las criptomonedas no solamente están fuera de un contexto regulado, sino que se ven perjudicadas por el sospechoso anonimato de los usuarios que las utilizan. Y si el capital más valioso de los servicios financieros es la confianza, ¿cómo la van a generar las plataformas acusadas de fraude, estafas y abusos? Tienen un gran desafío de reputación por delante. La banca tradicional, aún con sus debilidades, tiene una gran ventaja en ese punto.

Mientras tanto, IDC augura que el 65% del PBI global estará digitalizado para 2022. En ese mundo virtualizado al que nos estamos dirigiendo, la regulación de los servicios financieros, la inversión estratégica en tecnología y la ciberseguridad serán tres desafíos fundamentales para que la transformación y reinvención digital sean realmente procesos virtuosos y no un caos con sombras peligrosas y reglas de juego confusas.

Imágenes Reuters.

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