En un futuro cercano, prácticamente todas las tareas repetitivas habrán sido automatizadas. Situaciones como las filas para entrar a un banco parecerán escenas de un pasado remoto. Reflexiones en torno al potencial de la tecnología y los nuevos modelos de negocio.
*Por Ernesto Erdmann, gerente general ZeroQ
Un mundo sin pobreza. Un mundo en el que todos tengan acceso a la mejor educación, donde las personas trabajen en lo que les gusta y la escasez haya quedado relegada a los libros de historia como una larga y oscura etapa que ya es parte de un pasado implacable.
Si esque este mundo es posible, solo lo será gracias a la automatización de los procesos y proliferación de la robótica que propiciará una nueva era de prosperidad y productividad como nunca se ha visto antes.
En un futuro cercano, prácticamente todas las tareas repetitivas habrán sido automatizadas. Situaciones como las filas para entrar a un banco o esperar una atención parecerán escenas de un pasado remoto. Pronto habrá un robot de servicio en cada casa, los autos autónomos y eléctricos inundarán las calles, los costos de transporte bajarán a menos del 20% de lo que se paga hoy y las personas podrán desplazarse cómodamente a costos mínimos. ¿Qué pasará entonces con la humanidad? La gente no dejará de trabajar, querrán hacer cosas que a sus ojos sean significativas y sin duda querrán mejorar sus vidas.
Que estos avances estarán disponibles solo para los ricos, pensarán muchos. Probablemente sí, pero solo al principio, como lo fue el teléfono celular en sus inicios. Pero a menos de 20 años desde su llegada al mercado, en Chile ya había más teléfonos celulares que habitantes. También sucedió con el automóvil y con los computadores personales.
Nadie se hace realmente rico vendiéndole sólo a sus mejores amigos, las empresas bien saben que la masificación de sus productos es un imperativo. Si no inventas algún producto lo suficientemente bueno y de alcance masivo, más temprano que tarde otro lo hará.
En esta misma línea la educación por internet permitirá que millones tengan acceso a los mejores profesores y programas educativos del mundo, reduciéndose los costos a niveles que hoy parecerían ridículos. Haber egresado de Harvard probablemente seguirá siendo una experiencia reservada para unos pocos, pero difícilmente se podrá decir que es la mejor educación del planeta, ya que ésta estará disponible para cualquier persona de algún pueblo remoto en el living de su casa.
El tiempo de las personas será valorado y la tecnología permitirá una coordinación entre los servicios que dará lugar a que los humanos accedan a un tratamiento y niveles de atención de orden superior, es decir, serán tratados como tales. Las personas seguirán funcionando de forma presencial, pero sus días estarán armónicamente organizados como en una gran sinfonía, donde esperar a que te atiendan o entramparse en un taco automovilístico no serán parte del repertorio.
La transición será dolorosa, como lo son muchos de los grandes cambios. Se perderán muchos empleos antes de generarlos, cientos de miles de personas quedarán descolocadas en esta nueva realidad, arriesgándose a la inempleabilidad si no logran reconvertir sus habilidades a otras más acordes a a lo que demande la nueva era digital.
Actualmente casi el 60% de los trabajos en Chile son susceptibles de ser automatizados, y a medida que nuestra inacción continúe y la tecnología avance, este número sólo se incrementará.
¿Cómo aseguramos el éxito de esta transición? La clave está en preparar a la población menos capacitada cuyos trabajos son altamente susceptibles a ser automatizados. Esta responsabilidad recae en todos los sectores productivos y principalmente en las empresas que estamos llamadas a liderar la tarea de reconversión laboral y fomentar áreas relacionadas con la dimensión más humana como es la innovación.
Pero no solo grandes empresas, será fundamental que las pequeñas y medianas hagan su mayor esfuerzo adaptando sus modelo de negocios por una parte y reconvirtiendo a su personal por otra. Esto no sólo las hará más competitivas sino que propiciarán una transición armónica.
Las empresas deberemos luchar por subsistir en este nuevo escenario a la vez que tomamos un rol activo en el proceso de dotar a los trabajadores de las competencias necesarias para insertarse en este nuevo orden liderado por la automatización.
Si bien no sabemos exactamente cómo será, cada vez existen más certezas de que un futuro promisorio es posible en la medida que aminoremos el impacto de la transición. A la larga, las transformaciones tecnológicas siempre han agregado más trabajos de los que han eliminado, el principal desafío es superar exitosamente el proceso de adaptación para poder transitar hacia la prosperidad.
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