"La pandemia nos ha dejado una oportunidad que quizá no volvamos a ver en esta generación para dar forma activamente a nuestro futuro casi desde la base. Pero es un reto que exige un nuevo tipo de liderazgo. Dirigir el futuro incierto requerirá que las empresas se conviertan en maestras del cambio".
*Por Nicolás Goldstein, presidente ejecutivo de Accenture Chile
Las empresas gastan miles de millones en innovación todos los años y la mayoría no alcanza el crecimiento esperado, debido a que no hay una conexión con los objetivos de negocio. Además, las organizaciones suelen ver a la innovación como una herramienta para hacer cosas nuevas o diferentes, en lugar de un impulsor de crecimiento. Al observar la lista Fortune 500, podemos notar un grupo de empresas que operan de una forma diferente y logran crecer a un ritmo exponencialmente mayor que la competencia, debido a que no tienen temor al cambio.
Hay dos grandes retos en el impulso del crecimiento a través de la innovación. El primero es estructural. Cuando las empresas se organizan en base a una estructura tradicional para responder a las necesidades del cliente, sus productos y servicios reflejan las necesidades de la empresa, no las del cliente. El segundo reto se basa en la tolerancia al riesgo y en perder el miedo al cambio. Hoy los límites entre las industrias están desapareciendo y las organizaciones deben avanzar hacia nuevos modelos de negocio que les permitan ir más allá de lo que siempre han hecho, para encontrar nuevas oportunidades de crecimiento.
En este contexto, el mundo está ávido de un nuevo tipo de liderazgo. En medio de los desafíos que dejó la pandemia, dos verdades se hicieron evidentes. Primero, que hoy, todo negocio es tecnológico. Ha nacido una nueva era de transformación exponencial, mientras la tecnología continuamente transforma las industrias y la experiencia humana. Ahora, mientras damos forma a nuestra realidad post-pandémica, las organizaciones deben aprender a dominar el cambio. La crisis sanitaria y económica pusieron de manifiesto la inflexibilidad del mundo laboral y de las operaciones. Cadenas de suministro frágiles. Información poco fiable. Nuevas necesidades de los consumidores. El COVID-19 expuso las limitaciones del funcionamiento de las empresas.
Obligadas a reconocer esta creciente brecha digital, las empresas empezaron a comprimir sus agendas de transformación de una década en planes de dos a tres años. Los líderes giraron para centrarse en construir un núcleo digital que les permitiera transformar simultáneamente múltiples partes de sus empresas y su talento. En esencia, comenzaron a ver la tecnología como una herramienta fundamental en un tiempo impredecible, que les permitía acelerar sus esfuerzos para minimizar los impactos de la pandemia. De esa forma, las organizaciones empezaron a alcanzar la adaptabilidad, innovación y conectividad que pensaban que ya habían logrado.
La pandemia nos ha dejado una oportunidad que quizá no volvamos a ver en esta generación para dar forma activamente a nuestro futuro casi desde la base. Pero es un reto que exige un nuevo tipo de liderazgo. Dirigir el futuro incierto requerirá que las empresas se conviertan en maestras del cambio. Si las organizaciones siguen con una perspectiva clara y un enfoque nítido sus transformaciones digitales aceleradas, reimaginando todo, desde su gente, hasta los datos, las arquitecturas y ecosistemas, pueden emerger como líderes.
Como dice el refrán: la mejor manera de predecir el futuro es inventarlo. Dar prioridad a la tecnología y la innovación es esencial para garantizar que las empresas no se queden atrás. Sin embargo, el verdadero liderazgo vendrá de organizaciones que adopten una mentalidad y modelos radicalmente diferentes. El momento de transformación es ahora.
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