Una investigación realizada por dos universidades sugirió que las personas son intimidadas por la inteligencia de los robots, llegando a generar altos niveles de desmotivación.
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La semana pasada, la política demócrata estadounidense, Alexandria Ocasio-Cortez, sugirió que deberíamos estar emocionados acerca de la llegada de los robots. Que ellos nos harían más felices, es solo el sistema que necesita mucho trabajo, dijo.
Ahora, sin embargo, nos hemos topado con un estudio que revela que algunos de nosotros, los humanos, sentimos algo de ansiedad respecto a nuestros nuevos señores robots.
Investigadores de la Universidad de Cornell y la Universidad Hebrea de Jerusalén consiguieron que los robots y los humanos jugaran juntos algunos juegos.
Podemos imaginar que fue parecido a una sesión de reunión corporativa. La única peculiaridad era si los investigadores podrían manipular cuan inteligente sería el robot. O quizas, pretender que fuera así de inteligente.
Los resultados fueron deprimentes.
Verán, esos humanos y robots estuvieron compitiendo por premios en efectivo. Y cuando los humanos empezaron a perder, hubo, como los investigadores lo pusieron, un “efecto de desaliento”.
Quizas Gary Kasparov sintió algo similar cuando se enfrentó a la máquina ajedrecista Big Blue. Esencialmente, eso sí, una vez que los robots empezaron a ganar, la gente empezó a intentarlo menos duro.
Los investigadores ofrecieron una conclusión dolorosamente humana para este dilema.
“Piensen en una cajera o un cajero, trabajado codo a codo con una máquina automática de check-out, o alguien operando un montacargas en una bodega, que también emplea robots de despacho, los cuales van al lado del operador”, dijo Guy Hoffman, profesor asistente en la Escuela Sibley de Ingeniería Mecánica y Aeroespacial. “Mientras eso podría ser tentador para diseñar tales robots para una producción optima, ingenieros y gerentes necesitan tomar en consideración como el desempeño de los robots podría afectar el esfuerzo y actitudes de los trabajadores humanos hacia el robot, e incluso hacia ellos mismos”, agregó.
El período de transición será, sin duda, difícil.
La sorpresa es real cuando no se han reportado más incidentes entre trabajadores y robots. Después de todo, en un lugar profundo dentro de los trabajadores, saben que el robot es solo una máquina. Seguramente ellos lo saben también, que las máquinas pueden ser dañadas o incluso desenchufadas.
Ahora, lo que estamos sugiriendo es una buena idea, por supuesto. La perspectiva eso sí, es poco probable.
Los investigadores descubrieron que, a medida que los robots empezaban a ganar más regularmente, los humanos no sólo empezaban a descorazonarse, sino también empezaban a desagradar activamente a los robots.
Los humanos no personificaban a la máquina. Ellos se daban cuenta que eran bits de metal construidos por las mentes calculadoras de los ingenieros. Sin embargo, los humanos se dieron cuenta cuando la máquina no estaba ni siquiera intentándo y estaba siendo amable con ellos. ,
Asombrosamente, ofrecer más dinero como premio no motivó a los humanos a intentarlo más duro.
Quizás las corporaciones tendrán que traer consejeros para ayudar a los humanos a asimilar, o al menos, aceptar sus destinos. Quizás los humanos se sentirán mejor si, como sugiere Bill Gates, los robots reciben un impuesto. Al menos los trabajadores tendrían una razón para reírse de los robots en la cara. O en el brazo.
Pero si los humanos rápidamente se descorazonan, ¿qué pueden hacer los jefes para levantar la moral de los trabajadores? ¿Darles un robot para que lleven a casa, uno que pueda realizar los quehaceres diarios?
*Con información de Zdnet.com
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