Los desarrollos de ingeniería genética y biotecnología son un gran avance, pero tienen riesgos ante la ciberdelincuencia.
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La ingeniería genética, la biotecnología y la microbiología industrial tienen el potencial de mejorar la vida de las personas en las siguientes décadas, pero es un camino que no está exento de riesgos porque siempre es posible la aparición de un súper virus o una mayor brecha entre la población.
Para Raymond McCauley, director de Biología Digital en Singularity University, una forma de prepararse para los peores escenarios y “salvar al mundo” es impulsar los espacios de biohacking, donde los interesados en estas ramas se reúnen, arman proyectos, aprenden más cosas y, en sí, crean una fuerte comunidad.
“¿Qué hacemos cuando tenemos acceso a la tecnología más aterradora que el humano ha probablemente creado? Existe Esa idea de que podemos usarla para crear súper virus o afectar el suministro de alimento o algo horrible como lo que se ve en las películas. Mi respuesta es que si quieres salvar al mundo de esa tecnología, tienes que ponerla en las manos de los niños lo más pronto posible, tener a toda una generación que sepan que la biología es más que diseccionar a una rana”, explicó al participar en KIO Kloud Camp 2017.
Es por esto que participó en la creación de una asociación sin fines de lucro llamada BioCurious, el primer espacio para hackers de biotecnología en el que se ofrecen cursos, capacitación y acceso a herramientas tecnológicas por una membresía mensual.
McCauley comentó que este espacio ha dado como resultado proyectos como OPEN PCR, que procesa y copia el ADN, o empresas como Miroculus que con sólo una prueba de sangre puede detectar a nivel molecular enfermedades.
De hecho, BioCurious ha sido el origen de cerca de 50 empresas que han recibido US$129 millones en financiamiento y es un ejemplo para el resto del mundo, ya que ahora existen cerca de 200 espacios para biohackers.
El también investigador consideró que se necesita crear este tipo de ecosistemas de biohackers de manera local, para así atraer inversiones y promover la innovación. Incluso lo ve como una oportunidad para la región latinoamericana, sobre todo ahora que los dreamers corren el riesgo de dejar los Estados Unidos debido a las nuevas políticas del gobierno.
Las posibilidades
McCauley indicó que el potencial de estas tecnologías es muy alto y, en algunos casos, su uso será como desarrollar un software o programar.
Esto porque en el caso de la biología digital es posible analizar el sistema de un organismo pequeño, es decir, saber su número de células o código genético y esa información digitalizarla para crear simulaciones de cómo se comportaría.
Por ejemplo, el proyecto de código abierto OpenWorm.org tiene la simulación de un gusano y entre las varias investigaciones, se ha implantado en un robot haciendo que se comporte como lo haría el gusano naturalmente.
Lo cierto es que todo esto es posible gracias a que los precios para analizar la secuencia de ADN de un organismo han bajado, en 2001 costaba cerca de 3 mil millones de dólares y para 2022 podría costar lo mismo que una taza de baño.
De hecho, ahora hay programas en la red que permiten analizar un código genético ya secuenciado, hacerle cambios e imprimir el resultado en una caja de Petri.
McCauley confió en que también ayudará a cambiar la medicina, para que pase de ser reactiva a predictiva, que se puedan predecir las enfermedades de un feto o con solo una muestra de sangre.
Y la microbiología industrial podría beneficiarse con la creación de nuevas medicinas, plásticos o cosas más complicadas como sensores.
Los debates
Pese a las grandes oportunidades, también aceptó que hay varias barreras sobre todo en lo que corresponde a la aplicación de ésta tecnología en el ser humano.
Si bien ya hay una manipulación desde que en 1972 se comenzó a usar la fertilización In Vitro, el manipular el ADN de un feto para hacerlo más inteligente, erradicar enfermedades, entre otras opciones, tiene implicaciones éticas y morales que se siguen discutiendo.
En este sentido, el investigador recomendó no pensar sólo en términos de “blanco y negro”, analizar quién debe tener un control sobre estos procedimientos y determinar políticas que eviten malas prácticas y una mayor brecha social.
De hecho, para él es más peligroso lo que se está haciendo al modificar los mosquitos para evitar la Malaria o el Zika porque se juega con toda una especie, puede salir de control y nunca se sabe si se use con otros propósitos.
*Crédito imágenes: Wikimedia - LaughingAlbatross // Pixabay
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