Amparo Nalvarte miraba estupefacta cuando VisaNet –representante de Visa S.A hasta inicios de 2020 en el Perú y renombrada entonces a Niubiz– modificó, en 2018, la infraestructura de gestión de pagos que ofrecía a los negocios. Desde ese momento, los clientes de la operadora podrían cobrar desde cualquier canal, sea la plataforma de e-commerce, call center, chatbot o redes sociales. Era un modelo muy parecido al que ofrecía Culqi, la fintech de medio de pago fundada por Nalvarte en 2013.
“Sabíamos que para el comercio era muy importante tener una gestión integral de todas las ventas y pagos, independientemente del canal que escogiera el cliente. Entonces, concebimos la integración tecnológica para que todos los canales operaran en conjunto y así lo vendíamos”, dice Nalvarte. “Recuerdo que vimos que [VisaNet] rehizo todo su producto, creó una nueva versión que consideraba este concepto que nosotros veníamos utilizando”, agrega.
No fue la última vez que la mayor red de aceptación de medios de pagos en el Perú, con 300.000 comercios afiliados y más de 400 millones de transacciones al año, ofrecía un servicio similar al de Culqi.
Según la fundadora, cuando el emprendimiento comenzó a ofrecer sus productos, detectó que muchas ventas realizadas a través de las plataformas de e-commerce se cancelaban porque, al momento de realizar el pago, la página web del comercio era redireccionada a la del banco adquirente, generando desconfianza al consumidor. Además, ya que la información de esta nueva página no era accesible para el negocio, este no tenía cómo saber si se había realizado la compra o no. Por esta razón, en 2015 Culqi lanzó la interfaz de popup, permitiendo al consumidor realizar el pago en el mismo sitio web, y agregando más transparencia por el lado del negocio. A inicios de 2019, VisaNet lanzó el mismo formato de popup. “Digamos que se han inspirado en Culqi”, dice la ejecutiva, quien asegura habérselo tomado como un halago.
Pese al positivismo de Nalvarte, no hay cómo refutar que un mercado dominado por un puñado de actores dominantes obstaculiza el crecimiento de sus competidores más chicos, al aumentar las barreras de entrada a la industria, conquistar la mayoría de los usuarios o imponer condiciones restrictivas.
Esta situación empeora con los reguladores que propician el statu quo, manteniendo normas anticuadas y atrasadas respecto a los avances tecnológicos, desconectadas de las necesidades de los ciudadanos.
Por ejemplo, para que una fintech pueda comenzar a operar en el Perú ofreciendo servicios de billeteras electrónicas, tiene que cumplir una serie de requisitos imposibles para una entidad chica. Para obtener la licencia de operación, la compañía debe tener al menos US$ 800.000 como capital, una estructura de gobernanza mínima o un centro de atención físico, algo que no tiene sentido para una compañía digital.
Supongamos que una empresa obtuvo la licencia de Empresa Emisora de Dinero Electrónico (EDES) en el Perú. Aun así, no tiene la posibilidad de ser interoperable con otras entidades financieras para que los clientes puedan pagar de su billetera electrónica a otra cuenta. Esto ocurre porque, a la fecha, el sistema de compensación de pagos de la Cámara de Compensación peruano solo considera a las entidades bancarias. Es decir, aunque las fintechs pueden emitir legalmente dinero electrónico, no pueden participar en la red de pagos, por lo que, técnicamente, no tienen cómo operar independientemente. Deben recurrir a un banco para poder hacer su solución interoperable.
“Con Culqi lo viví desde la parte de la adquirencia y fue frustrante querer hacer cosas nuevas, pero no tener partners tecnológicos, que te vean como competencia todo el tiempo, te copien y que más encima vengan y se lleven tus clientes”, dice Nalvarte. La ejecutiva dejó de lado sus labores administrativas en Culqi tras la adquisición de parte de su accionariado por el mayor banco peruano el Banco de Crédito del Perú (BCP) a finales de 2018 y fundó B89, el primer neobanco peruano. “Ahora, como emisores toqué la puerta a varios bancos para ver el tema de la licencia, pero me pedían sacrificar al primogénito y hasta a las próximas generaciones”, bromea.
“No tiene ningún sentido hacer un neobanco si al final vas a dar más de la mitad de tu negocio por una licencia. Eso ha detenido muchísimo a los neobancos en general. En B89 somos muy persistentes y vimos la manera de salir sin necesidad de tener un banco atrás. Si bien es cierto que han habido mercados oligopólicos, creo que ya se empiezan a romper en los países de Latinoamérica”, sentencia.
¿Por qué surgen oligopolios?
En la región, el medio de pago predominante es, indiscutiblemente, el dinero en efectivo. Según un estudio del Instituto de Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada publicado en 2017, el 91% de las operaciones de consumo se pagan en efectivo y, en países como el Perú, el porcentaje llega al 99%, mientras la media mundial es de 85%.
El dinero en efectivo no solo es más ineficiente que el electrónico –al ser más caro de producir, almacenar y distribuir – sino que también facilita la evasión de impuestos y la informalidad. Por mucho tiempo, los gobiernos y organizaciones multilaterales han intentado cambiar esta situación hacia el uso del dinero electrónico (que se emite de forma electrónica equivalente a una moneda determinada), pero todos fueron poco exitosos.
Lo que no han podido hacer estas instituciones, la pandemia lo logró en pocos meses. Según una encuesta de Mastercard, desde el comienzo de los confinamientos, dos tercios de los latinoamericanos han afirmado que están usando menos efectivo o que no lo usan en absoluto. El 85% de los colombianos, 69% de los mexicanos y el 63% de los brasileños mencionaron que los pagos sin contacto serán los hábitos que mantendrán una vez pasado el COVID-19. Además, el informe sostiene que, durante el primer trimestre de 2020, los pagos en línea superaron a los pagos en tienda física por primera vez.
El pago a través de tarjetas ha aumentado, pero el problema de fondo de América Latina se mantiene. Según el Global Findex, realizado por el Banco Mundial, solo el 39% de la población latinoamericana tiene una cuenta formal, mientras que en los países de altos ingresos el 89% tiene acceso a servicios financieros.
Por otro lado, solo un puñado de instituciones emisoras dominan el mercado de la región. Por ejemplo, según el Banco Central de Brasil, cinco instituciones manejan R$ 4 de cada R$ 5 que circulan en el país, mientras el R$ 1 restante se lo dividen 150 instituciones. Ya, la Asociación de Bancos del Perú afirmó que cuatro bancos concentran el 86,6% de créditos corporativos y el 90,82% de los créditos hipotecarios. Finalmente, México tiene su propia denominación a los siete mayores bancos del país, el G7, que tienen una cuota de mercado de más del 70%.
“Sin más competencia en estos servicios financieros y dependiendo en los agentes tradicionales, lo que tenemos es un problema de mucha necesidad de medios digitales y poca oferta”, dice Ljubica Vodanovic, líder del Área de Regulación de Mercados Financieros y Fintech de EY Perú. “Hemos visto en la pandemia las largas colas en los bancos para poder retirar los bonos y subsidios, gente que se ha infectado con COVID-19 por hacer esas colas, no tener ningún acceso a poder transar en digital y depender del efectivo nuevamente. Y no es que los bancos no quieran, sino que no se dan abasto”, explica.
En este escenario, junto a la mayor penetración de smartphones en la región (67%, según GSMA) comienzan a surgir medios de pagos alternativos a través de fintechs y empresas tecnológicas que buscan suplir estos agujeros y satisfacer las necesidades de esta gran porción de la población no bancarizada. Según el informe “Fintech en América Latina”, elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en 2018, las fintechs de pagos y remesas han sido las más predominantes entre los emprendimientos de la región (28% del total).
El director de Finnovista, Andrés Fontao, explica que existen tres subsegmentos entre las fintechs de pagos: pagos en comercio, pagos de persona a persona y las remesas, de las cuales el último subsegmento es el mayor (25% entre los emprendimientos) y con un crecimiento de 32% respecto al año pasado.
Entre las tecnologías, el experto considera que cuatro son las que están experimentando un mayor impulso: las emisiones de tarjetas de crédito y débito; los pagos y cobros con código QR, que disminuyen el contacto, el blockchain y, finalmente, las billeteras digitales, impulsadas por actores tecnológicos como Rappi, Mercado Libre o Uber, por bancos líderes en transformación digital, que sacaron soluciones como Yape o Mach, del BCP y BCI, respectivamente, y las mismas fintech, como el neobanco Nubank o la billetera digital Ualá.
Las billeteras digitales, en particular, tuvieron un crecimiento explosivo. La tecnología permite que los usuarios guarden dinero, abonen servicios o impuestos, realizar compras online o físicas en puntos de ventas y asociarlas a una o varias tarjetas de crédito o débito. Todo esto en una aplicación de celular.
En países como Argentina, el uso de las billeteras digitales aumentó entre 120% a 800% en algunos casos, según la Cámara Argentina de Fintech y ya son más de 6,5 millones de billeteras virtuales operativas en el país. Entre ellas, Ualá reportó más de 2 millones de tarjetas prepagas emitidas, Mercado Pago tuvo 110% de crecimiento en usuarios únicos y 125.000 usuarios se sumaron a Naranja X, el brazo fintech de la emisora de tarjetas Naranja, en los últimos seis meses.
Por otra parte, según un estudio de la Sociedade Brasileira de Varejo e Consumo, el 61% de los brasileños con smartphones utilizan billeteras digitales y es el único país latinoamericano donde están presentes Samsung Pay, Google Pay y Apple Pay, como 600 otras opciones más. Entre ellas, Nubank reportó un aumento de 6,3 millones de clientes solo en el primer trimestre de este año, mientras que Magalú Pay, el brazo financiero de la retailer Magazine Luiza que estrenó al inicio de 2020, alcanzó 1 millón de cuentas abiertas.
“Esta ola está impulsada precisamente por la democratización de acceso a nuevas tecnologías, como la móvil, y también justamente por una adopción forzosa del comercio electrónico creada por la pandemia, sumado a la percepción de que el dinero en efectivo es sucio”, concluye.
Jugando fuera del sistema
Si el lector abre su billetera ahora y revisa las tarjetas de crédito, verá una serie de logos, probablemente de Visa o Mastercard. Si quiere comprar por internet, al pasar a la página de transacción, verá la opción de comprar con una de estas marcas. Ya, si prefiere comprar en una tienda física (¡¿en estos tiempos?!), esta tendrá colgada un cartel que indica que acepta tarjetas de Visa o Mastercard a través de sus máquinas POS (punto de venta), en el que también tendrá grabada una o ambas marcas.
Como consumidor final, nadie interactúa directamente con estas compañías, pero están presentes en todos los pasos de una transacción. Estas crean y manejan el sistema de pagos que unen en una sola infraestructura al banco emisor (el logo que reconoce en su tarjeta de crédito) y al banco adquirente (el banco que el negocio escoge para recibir los pagos). Al ofrecer un riel reconocido por todos los participantes y procesar estas transacciones, Visa y Mastercard se llevan parte de la venta como comisión.
Como compañía de pago, ser parte de esta red trae una serie de beneficios. Por ejemplo, están en todas partes, ya que entre las dos empresas dominan el 43% de la cuota de mercado global, según Nilson Report, y han generado el 69,3% de todas las transacciones realizadas con tarjetas en el mundo. Pero, por la misma razón, también implican un obstáculo para una compañía de pago pequeña, como una fintech.
“Ya que tienen el sartén por el mango, las reglas del juego lo ponen ellos”, dice Luis Silva, director general de Fintech México. “Por ejemplo, si una empresa decide entrar a los medios de pagos y no está con una de estas plataformas, es una empresa que literalmente no existe”, explica.
Pero hay fintechs rebeldes que apuestan por ofrecer servicios fuera del sistema. Santiago Suárez , fundador de Addi, afirma que, aunque tengan una buena relación con estas plataformas, no tiene intención de trabajar con ellos. La startup colombiana, fundada en 2018, ofrece soluciones bancarias y de crédito a los clientes, a través de una relación directa con el comercio. Le da la opción al consumidor de comprar en cuotas en los comercios asociados al momento del pago y pagar el crédito de forma 100% digital, solo presentando su cédula y WhatsApp. Por lo pronto, Addi entrega una posibilidad de recibir el pago completo al momento de la venta, aumentar sus ingresos y ofrecer una opción de créditos a sus clientes. Es decir, la compañía creó su propio esquema de pagos.
“Lo más importante es dar la mayor cantidad de beneficios y opciones al consumidor final, y eso se logra ofreciendo un muy buen crédito a muy buenas tasas de aprobación. Para eso hay que estar directamente integrado al comercio final”, dice Suárez . “Y, en una región donde la penetración de tarjetas de créditos es tan baja, creemos que, llegar directamente al comercio y no tener que trabajar a través de las redes, nos abre un mercado supremamente grande”, agrega.
Pese al esquema innovador, en el que actualmente participan más de 130 negocios y 90.000 clientes de Colombia y en el que, en 2021, se agregarán usuarios de Brasil, el modelo es limitado. Mientras las tarjetas de crédito tradicionales permiten comprar virtualmente todo y en todas partes, Addi solo puede ofrecer el servicio en las tiendas adheridas. Por otra parte, si un negocio tiene el capital para decidir contratar una pasarela de pago que soporta Visa o Mastercard o un método de pago como Addi, necesariamente lo hará con la primera opción. “Es tal el poder que tienen, que un establecimiento online o físico esté con una de estas compañías, automáticamente se convierte en una bandera de entrada, de que la transacción va a ser segura y que vas a tener acceso”, dice Silva.
El experto en fintech señala que hasta las grandes tecnológicas que han lanzado servicios financieros, como Apple, Google y Amazon, “lo han hecho en alianza con los corresponsales bancarios. O sea, no ha sido en contra de ellos”.
¿Es posible disrumpir este duopolio de las tarjetas? “Es una pregunta difícil”, responden los entrevistados.
El activo del siglo XXI
Indudablemente son los datos. O mejor, su acumulación. De hecho, Suárez, de Addi, asegura que una de sus ventajas competitivas es su capacidad de acceder a los datos, sea del cliente o del negocio. Al momento en que un cliente pide un crédito, la fintech analiza más de 200 variables, entre ellas datos usuales, como historia crediticia, pero también información sobre el tipo de compra, el dispositivo utilizado, dónde, cuándo y por qué han hecho la transacción, permitiéndoles construir una foto rica para ofrecer un crédito a la medida del cliente final. Además, el fundador se enorgullece que, a diferencia de los bancos tradicionales, la compañía sabe “exactamente qué busca el comercio, cuáles son sus objetivos, qué inventarios quieren vender y cuándo lo quieren vender”.
Aunque las fintechs están comenzando a aprovechar los datos generados a través de sus productos y entregando servicios innovadores, hasta hace muy poco tiempo las instituciones financieras han mantenido el acceso exclusivo a los datos de los consumidores y, en consecuencia, también han dominado la capacidad de innovar y entregar productos y servicios según los datos.
Pero esta situación también está siendo disrumpida mediante la tecnología. En este caso, por el open banking.
“Si consideramos el dinero como dato, así como la información sobre el histórico de transacciones y el saldo de instituciones financieras, es muy difícil mover esos datos hacia otras empresas que brindan servicios con esa información. Entonces, el open banking llega a crear una infraestructura tecnológica que permite la circulación de información de forma ágil”, dice Ximena Aleman, cofundadora de Prometeo, la mayor plataforma de open banking API de América Latina con presencia en nueve países de la región.
El open banking es la práctica con la que las instituciones financieras entregan a terceros proveedores de servicios financieros un acceso abierto y control a distintos tipos de datos financieros, como la banca de consumo o transacciones, a través de la interfaz de programación de aplicaciones (API, por sus siglas en inglés). En este contexto, Prometeo ofrece un único punto de acceso a la información de distintas instituciones financieras, al estandarizar los datos de los usuarios en los bancos asociados, y permite que otras empresas puedan construir sus propios productos y servicios basadas en su infraestructura.
“El open banking parte del reconocimiento de que el dato pertenece al usuario y es su derecho de disponer de su información bancaria y moverla con mayor libertad”, dice Aleman. “Tal vez tus padres tenían solo un banco que proveía servicios toda su vida. Pero un usuario con menos de 40 años tiene una cuenta del Banco Santander, luego en Itaú, un PayPal, una cuenta para comprar en el black friday y otra para comprar en el extranjero, lo que hace que los proveedores financieros tengan una visión muy parcial de quién eres”.
Así, la nueva tecnología abre un mundo de posibilidades. Por ejemplo, el brasileño Conta Azul utiliza las API abiertas para facilitar la gestión financiera empresarial al juntar toda la información de distintas instituciones en una sola plataforma. En el caso de medios de pagos, el mayor valor que ofrece el open banking, según Aleman, es que crea una infraestructura tecnológica que genera mejores soluciones digitales y disminuye la barrera de adopción lo que permite “aumentar la torta” del mercado financiero.
Por ejemplo, una de las razones por la que las transacciones electrónicas en América Latina son tan bajas es porque las pymes están excluidas o subatendidas por los servicios financieros tradicionales, ya que las comisiones son muy altas o porque aceptar pago en crédito afecta su capital de giro. Así, con el open banking, las fintechs que proveen servicios descuidados por los tradicionales podrán acceder a los datos financieros de las pymes e iniciar o recibir pagos en su nombre de forma fácil, directa y barata.
Regulación versus estándares
En Chile, el 31 de marzo de cada año es especialmente difícil para los ciudadanos del país, ya que es el último día para pagar la primera cuota de matrículas y aranceles de los colegios y universidades, los uniformes, seguro escolar, los créditos de las vacaciones, el seguro automotriz, como también la renovación del permiso de circulación.
En los años anteriores, cada municipalidad levantaba un punto físico para que se efectúen los pagos de los permisos de circulación, pero este año muchos prefirieron hacerlo de forma online. Ese día, desde la madrugada, decenas de usuarios reportaron la caída de plataforma de pago Webpay, el procesador de transacciones en línea operada por Transbank, único adquirente del país. Consultado por la municipalidad de Ligua –una comuna de la Región de Valparaíso– la compañía respondió que la “normalización de la situación podría extenderse hasta por una semana”.
Durante casi 30 años, Transbank ha funcionado como un monopolio legal, el único que ofrece máquinas POS y procesa pagos, y ese dominio del mercado se extendiende también al ámbito online. Los propietarios de Transbank eran los mayores bancos del país (Banco Santander, Banco de Chile, BCI, Banco Estado, Scotiabank, Corpbanca y BBVA) y, por disposición del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC), la compañía está sujeta al Plan Autorergulación Tarifaria respecto a las comisiones que cobra a los negocios.
No es difícil imaginar las ineficiencias económicas que causa esta situación.
“En Chile, los bancos delegaron la responsabilidad de ser adquirente a una institución. Era lo más eficiente en su momento, porque las tecnologías eran antiguas y los bancos no tenían las capacidades de asumir estas responsabilidades”, dice Óscar Quevedo, country manager de Kushki Chile, el proveedor de servicios de pago (PSP) no adquirente ecuatoriano que entrega a las empresas la opción de manejar cobros en efectivo, tarjeta o transferencia sea en el sitio web, aplicación móvil, presencialmente o hasta por redes sociales. Gracias a su tecnología basada en API, los negocios pueden recibir pagos de distintos medios, hasta aquellas tarjetas incompatibles con Transbank u otros adquirentes, como las billeteras virtuales.
“El tema fue que se pusieron cómodos. No tuvieron la capacidad de avanzar, adaptarse a los cambios que venían llegando y tampoco quisieron abrirse. Estos sistemas antiguos necesitan un cambio y lo estamos viviendo en la región”, agrega.
En 2019, legisladores chilenos propusieron una ley para que entidades no bancarias también pudieran ofrecer instrumentos de pago y que los negocios tengan alternativas de escoger a la empresa adquirente. Al cierre de esta edición, todavía no hay resolución y la ley está siendo discutida en el TDLC y la Corte Suprema del país.
“Cuando uno deja al mercado fijar sus estándares de regulación, siempre van a haber incentivos propios para no cuidar objetivos públicos, porque el costo y la responsabilidad no son de ellos”, dice Ljubica Vodanovic, de EY Perú.
En América Latina, los únicos países con regulaciones en materia de fintech son Brasil y México, con el objetivo de regular, respectivamente, a entidades que realizan operaciones de préstamo, financiación y adquisición de derecho de crédito, y crowdfunding, las plataformas de pago electrónico, prestaciones digitales de servicios financieros y criptomonedas.
Brasil y México también son los únicos países de la región que, como Gran Bretaña, Singapur, Nueva Zelanda e Israel legislaron para fomentar el open banking. Los reguladores han reconocido al modelo financiero como una necesidad para el usuario, como también definieron que, disponer de su información bancaria, es un derecho. De esa manera, con diferentes estándares, han obligado a las instituciones financieras a compartir sus datos con terceros.
“Probablemente dos o tres bancos tengan un caso de negocio específico y entienden el beneficio económico del open banking, pero si los mayores bancos del mercado no abren su infraestructura y tampoco sus API, es la nada misma”, explica Aleman. De hecho, Yape, la mayor billetera electrónica del Perú y perteneciente a BCP, tenía como objetivo ser interoperable con todos los bancos para finales del 2019, pero a inicios de 2020, los bancos BBVA, Scotiabank, Interbank y BanBif lanzaron su competencia comercial Plin, una plataforma por la que los clientes de estas instituciones pueden transferir dinero entre ellos. Esto a costa de la interoperabilidad entre los usuarios de Yape y Plin.
Todos los entrevistados para el reportaje concuerdan que crear un marco jurídico que permita que las nuevas y pequeñas fintechs puedan competir en una cancha pareja es beneficioso, pero también alertan sobre las falencias que puede tener el regulador. “La regulación debe estar solo cuando es estrictamente necesaria y proporcional a los riesgos involucrados y tiene que ser mínima para poder cuidar el objetivo público, nunca un objetivo privado”, dice Vodanovic, quien anteriormente estuvo a cargo de la revisión de temas legales vinculados al sistema financiero en la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP del Perú y afirma que “nunca el Estado se ha caracterizado por ser un buen gestor o un buen empresario”.
Según la experta, un caso extremo es el de Pix, un nuevo esquema de pagos instantáneos y una nueva infraestructura de procesamiento de pagos creado por el Banco Central de Brasil, que permitirá transacciones inmediatas, como transferencias de dinero en 10 segundos. Todas las instituciones financieras con más de 500.000 cuentas deberán adoptar el sistema antes del 16 de noviembre. “Ahí tienes al Estado haciendo actividad empresarial. No puedes hacer desarrollos estatales para toda la actividad comercial, porque eso desequilibra y distorsiona. Es una competencia desleal”, critica.
La nueva élite
El lunes 15 de junio de este año, 99 millones de brasileños y 10 millones de pequeñas y medianas empresas del país fueron los primeros, entre todos los usuarios de WhatsApp globales, en acceder a WhatsApp Pay, la herramienta de transferencia de dinero y pago de la aplicación de Facebook. El servicio sería compatible con las tarjetas de débito y crédito de Visa y Mastercard emitidas por Banco do Brasil, Nubank y Sicredi, como también la compañía anunció que estaba trabajando con más socios, como la empresa de procesamiento de pagos, Cielo. El servicio no tendría costo alguno para los usuarios individuales, mientras las empresas deberían pagar una tarifa de 3,99% por el procesamiento.
10 días después, el Banco Central de Brasil suspendió el servicio en todo el país, con el objetivo de “preservar un entorno competitivo adecuado” en el espacio de pagos móviles, así como para “garantizar el funcionamiento de un sistema de pago que sea intercambiable, rápido, seguro, transparente, abierto y barato”.
Según Vodanovic, este caso es otra demostración de inferencia gubernamental por parte del regulador brasileño en el mercado. Pero, al mismo tiempo, admite que mira con preocupación el auge de las grandes tecnológicas –como Apple y Google que lanzaron Apple Card y Google Pay, respectivamente– en el mercado financiero: “Son empresas enormes y están haciendo todo tipo de servicios, no solo financieros. El poder que están adquiriendo es altísmo”.
Silva de Fintech México considera que “el regulador tenía un punto al prohibir WhatsApp Pay. Pero Facebook va a editar los problemas y el servicio será una realidad. No hay mucho que el regulador pueda detener”. De hecho, India, el mayor mercado para WhatsApp, con más de 400 millones de usuarios, aprobó el despliegue de WhatsApp Pay en su país. Además, la compañía está agregando cada vez más nuevas opciones en su aplicación, como WhatsApp Business con más de 50 millones de usuarios a nivel global.
Los reguladores no son los únicos que están mirando de cerca el cortejo de las gigantes tecnológicas en el mundo financiero. “No tengo la menor duda de que la preocupación de la banca tradicional no es con las fintechs, sino con las big techs”, Silva. Según el experto, es cuestión de tiempo que estas compañías comiencen a desplegar su poder en el mercado. Según Accenture, los bancos tradicionales arriesgan perder el 15% de sus ingresos por pagos (más de US$ 280.000 millones) en 2025 al ser desplazados por actores digitales y competencias no bancarias.
¿Cuál es el problema si, como las fintechs, las grandes tecnológicas ofrecen más opciones y mejores servicios a los usuarios? Como dice Vodanovic, todo se concluye en un mejor servicio al cliente.
A diferencia de las fintechs, las big techs no solo tienen la tecnología de punta, sino también el capital básico y el respaldo de los inversionistas globales y, más importante, una red de usuarios existentes y las masivas bases de datos que generan a partir de sus productos.
Además, el foco de estas grandes compañías tecnológicas no está en ofrecer un servicio financiero, sino uno tecnológico para que el usuario, cada vez más, dependa del ecosistema de productos de la marca. Por ejemplo, un usuario de Apple ya está profundamente entrañado al tener, tal vez, un iPhone que se comunica con su MacBook o iPod a través de AirDrop. Pero era posible coexistir entre un MacBook y un celular Android, de Google. Ahora, si el usuario decide usar Apple Pay y su tarjeta de crédito, solo lo haría más dependiente de su iPhone.
Sin el celular, el usuario no puede usar el Apple Card, ya que necesita el chip del celular para procesar transacciones, la aplicación de la billetera digital de Apple para monitorear los gastos y, más importante, porque no es compatible con otras marcas de celulares. Lo mismo pasa con Google Pay o Samsung Pay: los usuarios de cada marca no pueden transferir dinero entre sí sin usar una aplicación de terceros y pagar una comisión por el servicio.
En el caso de América Latina, el caso más ilustrativo es de Mercado Pago. El brazo financiero del gigante de e-commerce Mercado Libre tiene 11 millones de usuarios y, en el segundo trimestre de 2020, las transacciones realizadas a través de la plataforma aumentaron un 111% respecto al primer trimestre. Mercado Pago está en seis países de la región y, recientemente, el Banco Central de Brasil otorgó una licencia para operar como una institución financiera, lo que significa que podrá comenzar a ofertar créditos en el país.
Mercado Pago ha sido la única compañía que logró masificar el uso de código QR (Quick Response) en los negocios argentinos. La herramienta permite hacer pagos sin contacto y no necesita tarjetas de crédito o débito, esquemas de pago ni máquinas POS, sino solo un código que puede ser leído por una aplicación de celular, como una billetera digital.
Actualmente, los comercios que utilizan la aplicación de Mercado Pago para aceptar pagos por código QR, solo pueden aceptar pagos de usuarios de la billetera de Mercado Pago. Es decir, el código no podía ser leído por otras, tales como Ualá o Naranja. Otro reclamo común entre los negocios es la alta comisión que cobra la compañía y la tardanza en la acreditación de los pagos.
Recién el 7 de diciembre se va a implementar “Transferencias 3.0”, una iniciativa del regulador argentino para que los códigos QR puedan ser leídos por todas las billeteras electrónicos del mercado. Además, por ser pago por transferencia, la acreditación sería inmediata, como también se fija una comisión máxima de 0,8%.
“Hay todo un desafío porque, básicamente, cada empresa quiere generar su propia isla, quiere tener demanda ahí adentro y agarrar la mayor cantidad de mercados”, considera Oscar Quevedo de Kushki. “Pero eso hace que, si sigo la línea a Mercado Pago, no puedo operar con otras. Entonces, ahí nos dejan como consumidor en una situación un poco incómoda porque quiero comprar servicios o productos, pero no puedo si no tengo la aplicación de Mercado Pago”, añade.
“Con la cantidad de neobancos que se está abriendo y la cantidad de fondeo que reciben, si no hablamos de open finance para ellos, vamos a generar la misma dinámica concentradora que tenemos hoy en el sistema financiero tradicional, pero con los challenger banks. O sea, no tiene sentido”, dice Ximena Aleman de Prometeo.
Un riel latinoamericano
Mientras tanto, los actores tradicionales están atentos a los movimientos de los challengers. Visa ha creado en 2015, la iniciativa Visa Everywhere, que busca emprendimientos latinoamericanos que entregan soluciones en servicios financieros con el objetivo de acelerar la relación comercial con la compañía y sus clientes, a través de pruebas de concepto y programas piloto. Por su parte, instituciones financieras como Itaú Brasil, BTG Pactual y Bradesco crearon sus propias incubadoras de startups Cubo, BoostLab e InnovaBra, respectivamente.
Por otra parte, las fintechs de América Latina alcanzaron una cifra histórica de inversión de más de US$ 8.000 millones, según Korefusion. Entre las inversiones, el área con mayor financiamiento es pagos, con US$ 4.020 millones, seguido por préstamos (US 1.950 millones) y bancos digitales (US$ 1.880 millones)
“El mundo de los negocios está yendo hacia los open businesses, open solutions u open collaborations. Eso que en el esquema corporativo tradicional era visto como una amenaza. Hoy por hoy, los negocios entienden que la colaboración funciona, y lo que logras es agrandar la torta”, dice Ximena Aleman de Prometeo.
Pese a todo, Luis Silva de Fintech México no considera que los bancos tradicionales vean a las fintechs como una amenaza: “Voltean a ver sus números, a ver la penetración de mercado, los servicios con creces, y siguen sin verlos realmente como una competencia”.
A esto se añade que los legisladores todavía no entienden la necesidad de impulsar la competitividad en los servicios financieros. En el Perú, los legisladores crearon una ley que determina el dinero electrónico como instrumento de inclusión financiera, pero “se han confundido papas con camotes, porque dicen que el dinero electrónico comprende tarjetas de crédito o de débito y depende de una cuenta bancaria”, dice Vodanovic. “La intención es buena, pero falla la ejecución. Hay autoridades que no tienen ni idea qué es el dinero electrónico, falta mucha educación financiera”, agrega.
Esta situación no solo perjudica a las fintechs de medios de pago para abrir sus emprendimientos en los países donde pertenecen, sino que dificulta aún más su internacionalización, especialmente en la región. Mientras que los emprendimientos en Europa, gracias al Payment Services Directive 2 (PSD2) pueden obtener licencia de operación en un país de la Eurozona y proveer servicios en todo el continente, si las fintech latinoamericanos quieren expandirse a otro país, deben hacer todo desde cero.
“Si estás en un país dentro de la Alianza del Pacífico, donde las reglas y principios son similares, ¿por qué tienes que asumir otra vez el costo regulatorio? Las reglas tienen que ser comunes porque los servicios financieros son globales”, dice Vodanovic.
El futuro de la industria financiera
Si comparamos al sistema de pagos tradicional a unos rieles de tren, ¿qué pasaría si cambiamos de vehículo a un barco en un océano abierto? Esta es la propuesta de Bitso, la plataforma que permite comprar y vender criptomonedas, con operaciones en México y Argentina. Uno de los productos de la fintech es Bitso Transfer, un servicio completamente abierto con API que permite hacer transferencias nacionales e internacionales de forma instantánea, sean criptomonedas o dinero fiduciario, a través de un e-mail o teléfono celular, a cualquier cuenta y a costo cero.
“Tal como el internet cambió el protocolo de comunicación hacia un sistema abierto, el blockchain es un sistema abierto para transferencias de valor”, dice Daniel Vogel, CEO de Bitso. “Creo que en 10 años vamos a ver a los sistemas de pagos actuales como la Enciclopedia Británica, un artefacto del pasado que un niño aprende sobre ella en Wikipedia”, agrega.
A diferencia de lo que podría ser la tecnología open banking, un servicio financiero sobre blockchain utiliza un riel totalmente separado a uno tradicional. Además, a diferencia de la transferencia de dinero tradicional, en el que la información están reservada en silos dentro de la institución que entrega el servicio, todos los datos generado en el blockchain – incluyendo quién realiza las transferencias, quién las recibe, cuándo y dónde se hizo el pago, cuál fue el medio utilizado – está completamente abierta para que pueda ser accedida por todos y nadie es dueña de la información
Las posibilidades que ofrece la nueva tecnología son infinitas. Por ejemplo, el lector ya habrá escuchado sobre las criptomonedas, una unidad de intercambio alternativa que solo se define por por las leyes de oferta y demanda y que se sostiene en un riel de blockchain. Ya que no está regulada por nadie y la información está disponible siempre, la cantidad de intermediadores entre el consumidor y el negocio disminuye drásticamente, disminuyendo así también las comisiones. Estas posibilidades se extienden para realizar transferencias a nivel internacional.
Pero el fundador de Bitso es el primero en admitir que la tecnología y su adopción no están tan avanzadas como para poder reemplazar (aún) los esquemas de pagos.
“Las experiencia de usuario no es la misma. Hoy agarras tu tarjeta de crédito y en segundos tienes lo que querías comprar. Con criptomonedas, todavía sigue un poco difícil, ya que no hay tanta adopción, redes, usuarios o liquidez”, admite Vogel. “Pero me gustaría pensar que el blockchain tiene todas las cualidades para desplazar a muchos de los medios de pagos de hoy”, afirma.
Además del avance de la tecnología, el sistema financiero basado en blockchain todavía no ha resuelto preocupaciones regulatorias, como el de la privacidad de los datos que, por definición, sería incompatible. En primer lugar, no hay una clara respuesta para determinar el responsable de la moderación de la información que circula en la red de blockchain y, por otro lado, una vez registrada la información en la cadena, es imborrable. Y Además puede ser información falsa → la info en el blockchain no puede ser falsa y, si se modifica, se puede rastrear cuándo, quién y cómo lo modificó.
¿Qué pasa si una persona, apegado al derecho al olvido de Europa, pide que borre un dato de transacción que hizo en esta red? No hay a quién pedirle y tampoco hay cómo borrar.
“Todos los expertos nos dicen que, por principio, no puedes estar obligado a lo imposible. Puede ser que los blockchain, por interpretación, estén en contra de algunas de estas leyes de privacidad, pero como el diseño técnico es así, no puedes estar obligado a lo imposible”, dice Vogel. “Cada vez que cambia un paradigma, los supuestos cambian y las políticas públicas deben adaptarse a esta realidad. Creo que esto no va a ser una excepción”, agrega.
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