Un día dentro de las oficinas de Google

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Millones de usuarios utilizan el buscador, Gmail y YouTube todos los días; todos esos servicios nacieron en la sede central en Mountain View, una ciudad que, al igual que el gigante de internet, vive entre la audacia tecnológica y la ciencia ficción.

Por María Orfila.  Semáforo en rojo en la esquina de Charleston Road y Landings Drive, en la ciudad de Mountain View, a 50 minutos en tren de San Francisco, California. Por la senda contraria pasa lento uno de los autos autónomos de Google. Primera constatación de que el Googleplex es una ciudad que vive unos años adelante del resto.

El servicio de transporte (a biodiesel) solo para empleados sustituye a 3.000 automóviles todos los días. Una vez dentro del campus, los llamados googlers se movilizan en bicicletas –las que están por todas partes sin cadenas ni candados– o en las unidades eléctricas de la GFleet: alrededor de 200 vehículos de última generación que cualquiera puede usar para ir de un edificio a otro. 

La comida que se sirve en las cafeterías es, en gran parte, de producción sostenible, local, orgánica y gourmet. Las áreas comunes se encuentran en medio de hermosos jardines adornados con vegetación local, que se riega con agua reciclada. Y se han instalado paneles y calentadores de agua solares en los techos. No hay ni que insistir en que, por donde se mire, todo está inmaculado. No solo quisiera que mi lugar de trabajo fuese como la sede central del buscador, sino que este fuera mi barrio. 

Según la prensa local, alquilar un apartamento en la zona de Silicon Valley duele unos US$2.000 al mes. Con todas las comodidades que ofrece el campus –comida gratis, duchas, espacios de recreación, lavadero, peluquería y autos disponibles–, algunos empleados lo llegaron a convertir en su segundo hogar. La BBC realizó varios reportajes en los que mostraba desde una alfombra de césped sintético hasta una barbacoa instalada en un estacionamiento. Algunos se han quedado unas pocas semanas y otros hasta 15 meses. 

Si bien es posible perderse en los 92.903 metros cuadrados –la mitad de Zonamerica para la misma cantidad de personas, unos 10.000 empleados– que ocupa Google en Mountain View, es difícil que un desconocido pase inadvertido por el personal de seguridad, fácilmente reconocible por sus remeras celestes. Los guardias están atentos a que todos los visitantes lleven la identificación que se proporciona en el lobby del Building 43, sito en la dirección más famosa de la ciudad: 1600 Amphitheatre Parkway; es indispensable para ingresar a algunas de las oficinas y cafeterías. Hay carteles que rezan que deben portarla "incluso la abuela y los niños" (no así los perros; los gatos no están permitidos). A la mayoría de las instalaciones solo se ingresa con la tarjeta de acceso que posee cada googler. La seguridad es un poco (solo un poco) más laxa en las oficinas donde no trabajan ingenieros. El motivo está claro: el espionaje industrial. 

Es que desde allí se mejoran los servicios que millones conocen y usan a diario: el buscador, Chrome, YouTube, Street View y Android, entre otros. Allí están también los laboratorios con la mira puesta en el futuro: autos autónomos, internet mediante globos aerostáticos, lentes de contacto inteligentes y otros proyectos en el límite entre la audacia tecnológica y la ciencia ficción. 

Estilo de vida

"Google empieza como un trabajo y termina siendo un estilo de vida. Google te persigue. Está en tu teléfono, en tu reloj, en tu mail, en todo", dijo a Cromo un gerente de desarrollo de negocios.

Este empleado cumplió un año en Mountain View y lleva seis en la empresa. Cualquier usuario de los servicios de la gran G puede decir lo mismo. 

En 1999 Google trasladó su primera oficina al 2400 Bayshore Parkway de Mountain View, con menos de 50 empleados en la plantilla. Dieciséis años más tarde, es el mayor empleador de la ciudad. En 2013, último dato disponible, este gigante empleaba al 9,7% de la fuerza laboral de la ciudad y poseía el 10,7% de las propiedades sujetas a impuestos. Y cada vez se hace más grande.

El googler llega al campus a las 7 y, normalmente, se va a las 17 pero, entre medio, camina hasta donde esté estacionado The Bean, un camión/cafetería, que le proporciona la dosis matutina de cafeína, almuerza en Charlie –donde se ofrece comida internacional– o Yoshka's (bautizado en honor al "primer perro de Google", la fallecida mascota de un ex jefe de infraestructuras técnicas), se pide un jugo natural en otro barcito y va al gimnasio, todo por la módica suma de cero peso. Además, es miembro del equipo de fútbol. "Solemos ganar", contó. La cancha de fútbol de Google sería la envidia de varios clubes uruguayos.

¿Cuál es el secreto que lo mantiene al frente del campeonato de Silicon Valley? A juicio del googler es la buena cantidad de latinoamericanos. En otras empresas hay más estadounidenses que hablan de soccer. Estos prefieren ocupar las canchas de tenis o basquetbol o la pista de bowling; el googler que ofició como guía, por ejemplo, nunca fue a jugar ahí. Más concurrencia tiene el Mobile Squad Fitness, un gimnasio ambulante que ofrece clases de una hora al aire libre y que es convocado por líderes de proyecto para motivar a sus empleados. Google se toma muy en serio aquella frase del poeta Juvenal de "mens sana in corpore sano".

Tomen nota. Muchas de las comodidades son sencillas de imitar: sombrillas y reposeras –todo pintado con los colores de Google: azul, rojo, amarillo y verde– para trabajar o conversar bajo el sol californiano. Descalzo si se quiere. Todo en Googleplex grita "¿y por qué no?" La empresa los llama "espacios de trabajo flexible". Y no hablemos de los también envidiables sleep pods que, sí, existen. Son unos sillones especiales para tomar siestas reparadoras.

¿Cuáles son los otros chiches? No se abarcan con la mirada. Desde un esqueleto de un tiranosaurio rex hasta la réplica de la SpaceShipOne, la primera nave espacial privada para la que se tuvo que tirar una pared. Monitores, pantallas con Google Earth, puestos de snacks, pinturas, muchos robots de Android y objetos coleccionables están por todos lados. Hasta se ven unas carpas donde se sientan los ingenieros cuando se quejan del abuso del aire acondicionado. "Acá hay muchos experimentos", dijo el googler al enterarse que se había colocado una cabina con un teléfono convencional. 

Con todo, Jason Freidenfelds, miembro desde hace ocho años del equipo de comunicación de Google, pidió que nadie se engañe ante lo que parece la materialización de la utopía nerd. "Esto no es un parque de atracciones", comentó. Son famosas las salas con consolas de videojuegos, futbolitos y mesas de ping-pong y de pool pero no había nadie cuando las visitó Cromo y, según Freidenfelds, casi nadie pasa tiempo allí.

Pero es cierto que "la gente aprovecha" las instalaciones que parecen tan lejanas a cualquier oficinista. Él, por ejemplo, de vez en cuando usa las piscinas, las que cuentan con la supervisión de un guardavidas como ordena la ley de California. "Como simulan corriente, no aguanto más de 10 minutos y vuelvo rápido al trabajo", bromeó.

Lo dijo mientras bebía uno de los jugos del día de Charlie, de un color similar al mate y que contenía naranja, apio y otra mezcla no convencional que resumía en un vaso el espíritu de Google. Dato extra: estaba delicioso.

La receta le funciona a Google, más de una vez elegida como la mejor empresa para trabajar y que reporta ganancias de US$ 135.279 cada 60 segundos. Una de sus políticas es que cada uno de sus empleados puede dedicar el 20% de su jornada a proyectos personales. Así nacieron Gmail, AdSense y los lentes de realidad virtual Cardboard. 

A pocos metros de la entrada del edificio 43 está en exhibición parte del primer servidor de la empresa. En sus inicios Google tenía un presupuesto ajustado, por lo que sus ingenieros construyeron sus propios servidores a partir de piezas disponibles de PC. El que se puede observadar aquí y en el Museo de la Historia de la Computadora (también en Mountain View) fue construido con 80 computadoras y algunos equipos de red para responder a las primeras solicitudes de búsqueda de los usuarios. El googler se detuvo un momento y dijo: "Esto fue lo que hizo a Google".

*Aclaración: La versión original de este artículo fue modificada para reservar el nombre de uno de los empleados que ofició como guía por la sede de Google. A él y a los lectores, las disculpas del caso.

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