Reportaje: Tengo derecho a una videollamada

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Un proyecto piloto en Chile intenta reducir la violencia en los penales mediante videollamadas, un beneficio que le permite a los reos proteger la vinculación afectiva con sus hijos.

Por Cristián Yáñez. Todos se encuentran expectantes en la sala de reuniones del Centro de Cumplimiento Penitenciario de San Antonio, en la región de Valparaíso, en Chile. Una jueza, la gobernadora de la Provincia, el alcaide, los periodistas, otras autoridades e invitados están a la espera de que ingresen al lugar cuatro reos beneficiados con un programa piloto para comunicarse a través de videollamadas con sus hijos. El espacio está habilitado con un largo mesón y una gran pantalla conectada a un computador portátil, dispositivos que permitirán lograr este hito para las cárceles chilenas, espacios donde confluye el hacinamiento, el estrés y la inseguridad constante.

La idea es reducir la violencia. Según datos de 2017, de la revista local “Sábado”, en los últimos siete años el Ministerio Público ha recibido 338 denuncias por delitos sexuales al interior de los penales del país. La punta del iceberg de cientos de hechos invisibles al interior de esos muros y que tiene en la cara de la violación entre reos al delito, probablemente, más salvaje. De todas esas denuncias, apenas una ha llegado a juicio.

El estrés y la ansiedad que gatillan estas vejaciones, según una autoridad, podrían reducirse gracias al inédito proyecto por el que apuesta San Antonio. Del que se benefician Álex, Diego, Rodrigo y Leopoldo, reos que por fin aparecen en la sala. Las videollamadas, agrega el experto presente, también permitirán que miles de niños no falten al colegio para ver a sus padres, aunque la función de la tecnología, advierte, no es buscar suplir las visitas, sino ser un complemento.

El primero en participar es Alex, que lleva puesta una camiseta del club de fútbol Universidad de Chile y quien sonriente se sienta frente al laptop dispuesto para realizar el contacto, vía Facebook. Pero suceden inconvenientes con la conexión a internet y se alarga la espera. Álex, por fin sonríe al segundo intento. Sonríe al ver a su hija más pequeña. Conversan sobre cómo le ha ido en el colegio y otros asuntos cotidianos, mientras el reo le cuenta que a su lado hay periodistas y autoridades observándola, lo que a la pequeña le causa asombro. Tras la explicación, le repite que “se porte bien” y luego habla con su hija mayor, a la que le pide que le envíe un beso. Su rápida negativa desata la risa de los presentes. Al final, accede al gesto de cariño y la comunicación finaliza.

LOS NIÑOS RECOMIENDAN

La idea del proyecto piloto fue de la jueza de Familia de San Antonio, María Olga Troncoso. Todo comenzó tras una jornada denominada “Si yo fuera juez”, organizada por la ONG EnMarcha, en la Corte Suprema, una actividad impulsada por el juez Lamberto Cisternas, en agosto de 2018. Troncoso dice que ese día “algo cambió… hubo un clic”. En esa oportunidad, cerca de 30 jueces invitaron a niños y adolescentes, hijos de padres privados de libertad para que les hicieran recomendaciones o comentarios a los magistrados. “Primero, nos hicieron presente situaciones traumáticas por las que ellos pasan. Nos decían, ‘por qué entraron a la fuerza a mi casa; por qué gritaban; por qué tenía que estar yo presente... por qué en los juicios cuando condenaron a mi papá o a mi mamá no tuve derecho a acercarme y a despedirme’. Otra niña decía que no tenía por qué ver a su madre cuando le registraban la toalla higiénica”.

Luego de esa experiencia, relata María Olga Troncoso, “comencé a mirar las observaciones de Naciones Unidas, textos y experiencias con buenas prácticas a nivel internacional”. Fue así como conoció Storybook Dads, un programa del Reino Unido que, “básicamente, consiste en crear cuentos con los reclusos, caracterizarlos y grabarlos en video, para finalmente enviárselos en forma permanente a sus hijos”, explica.

REDUCCIÓN DE LA ANSIEDAD

Sharon Berry es la fundadora y CEO de Storybook Dads. La inglesa destaca a AméricaEconomía que esta tecnología “ayuda a construir lazos familiares y permite a los reos aprender nuevas habilidades”. La organización benéfica trabaja específicamente para el Reino Unido, sin embargo, Berry resalta que “hemos asesorado a otros países, como Japón, Polonia, Hungría, Dinamarca y Australia”. Así, la idea británica le permitió a Troncoso crear, en una primera etapa con los reos, cuentos en el programa “Abriendo Caminos”, que en su segunda etapa se abrió a la realización de las videollamadas. “El proyecto ha tenido resultados absolutamente positivos y creo que nos permitirá tener baja reinserción en delitos, mejora de conducta, elevación de la autoestima de los reos, y reducción de la ansiedad y angustia en los hijos”, justifica positiva.

Ahora es la oportunidad para que el recluso Rodrigo pueda hablar con sus retoños. Pero esta vez la historia es un poco más triste que la anterior, ya que una de las frases que marcan el intercambio de palabras es “quiero que salgas para que me vengas a buscar al colegio”. Nadie queda ajeno al drama que alimenta el comentario sin filtro de uno de sus hijos. Justamente Rodrigo había mostrado cierto recelo cuando la jueza Troncoso se acercó para incluirlo en el proyecto. “Pensamos que la jueza nos venía a quitar a nuestros hijos”, confiesa el interno, también perteneciente al programa “Abriendo Caminos”.

Pero diluido el prejuicio, Rodrigo comprendió que solo se trataba de que la tecnología les ayudara a garantizar el derecho de sus hijos a mantener contacto con ellos.

EXPERIENCIA DE LOS REOS

Le toca a Diego. Entre risas y nerviosismo se inicia su conversación con uno de sus hijos. Todo va bien hasta que el menor llora. Pero al contrario de lo que todos creen, no es porque su papá esté preso, sino porque lo castigaron en el colegio, lo que alivia a los presentes.

Luis Sepúlveda, director de Desarrollo de EnMarcha, plantea que estudios del Reino Unido dan cuenta de que “cuando los niños mantienen vínculos con sus padres, tienen siete veces menos probabilidades de reincidir”. La ONG donde trabaja es uno de los pilares del proyecto de videollamadas y ha seguido de cerca todo el proceso. Incluso desarrollaron un manual con recomendaciones para el desarrollo de las videollamadas. Entre las ocho recomendaciones se explica a los reclusos que, por ejemplo, deben comenzar la videollamada saludando a sus hijos/as afectuosamente, proponer un tema general, como el colegio o agradecerles con afecto que hayan querido comunicarse con ellos. Esta actividad está pensada para que tenga una duración de diez minutos.

El mayor de Gendarmería del Centro Penitenciario de San Antonio, José Hermosilla, plantea que para ellos este plan ha sido algo nuevo y ha servido para cambiar un poco el estigma de estar preso. “La gran mayoría de la sociedad está más preocupada de otras cosas que del efecto mariposa que nosotros estamos provocando hoy. Con muy pocos recursos, hemos logrado una comunicación tremenda, que va a traer muy buenos beneficios, tanto para el interno como para sus propios hijos”.

El mismo entusiasmo que siente Sepúlveda, de EnMarcha, que dice sentirse emocionado por haber visto el desenlace del proyecto. “Me encantaría que hubiera más iniciativas similares y que esta, en particular, se pueda implementar en todas las cárceles de Chile”, sueña.

¿AVANCE O ATRASO?

¿Avance o atraso? La psicóloga y académica de la Universidad Mayor, Dominique Karahanian, quien no había escuchado acerca del programa, ve la idea con buenos ojos. “En temas vinculares con la familia de origen, y sobre todo en el sentido de la eventual salida del reo, muchas veces cuando las personas están privadas de libertad experimentan sensaciones de desesperanza, de estar como ahogados en soledad y el miedo de no poder seguir vinculándose con sus hijos o con su red más cercana. Por eso, esto ayudaría a la reinserción, no solamente laboral, sino socio afectiva también”, detalla.

Respecto a la tecnología, expresa que esta puede generar ansiedad, por lo tanto, “debe ser regulada y usada de manera súper controlada. Si los reos llaman a sus hijos y no les contestan, es probable que esto les genere mucha ansiedad y que se pueda manifestar en irritabilidad, por ejemplo”. Y añade que “no se le debe poner demasiada expectativa a la llamada, porque eso también puede generar frustración si esa finalmente no se concreta o mucha expectativa de que los hijos o familia lo reciban (al reo) de la manera que él espera, ya que esto está más ligado a una fantasía que a la realidad. Los vínculos se establecen día a día”.

Para que el proyecto se extienda a nivel nacional y no se quede solo como un piloto, la jueza de Familia de San Antonio María Olga Troncoso, buscará acercarlo al ministerio de Justicia, a Gendarmería y a la cartera de Desarrollo Social.

Y una de las principales ventajas es que se puede implementar con un gasto mínimo, según detalla la propia magistrada. “El programa no requiere de recursos económicos, de contratación de profesionales. Los equipos están y el programa ‘Abriendo Caminos’ ya existe a nivel nacional. Gendarmería también tiene profesionales internos y cuenta con un programa que se llama “Creciendo Juntos”, que trabaja con los reclusos y sus hijos”, enumera.

Troncoso agrega que tampoco es necesaria una legislación al respecto, “porque tenemos la Convención sobre los Derechos del Niño, que establece el derecho del menor a comunicarse con los padres que están recluidos”. A su juicio entonces, solo debe haber una convergencia de voluntades y de protocolos interinstitucionales para que el modelo sea replicado.

El turno final es para Leopoldo. Los técnicos y personas a cargo de la conexión intentan varias veces contactarse con su hijo, pero a pesar de todo, no se logra realizar la videollamada, por inconvenientes de la conexión a internet que usa el menor.

Por ahora, Leopoldo tendrá que esperar. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe. Todo dependerá del empeño de jueces como María Olga Troncoso, una innovadora social que podría acercar a los reos con buena conducta un nuevo derecho: “mi cabo, tengo derecho a una videollamada”.

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