Los recientes ataques a personalidades mundiales en la plataforma, derivados en estafas económicas, han elevado nuevamente las alarmas, poniendo en tela de juicio la actividad y desarrollo de la red.
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Los saboteadores que tomaron el control de las cuentas de Twitter de Joe Biden, Kim Kardashian, Barack Obama y Elon Musk parecen haber querido solo dinero.
Pero con las redes sociales convertidas en la principal forma de comunicación de muchos políticos, países y empresas con el público, los legisladores estadounidenses se preguntaban si no pudo haber sido peor.
"Si bien este esquema parece haber tenido una motivación financiera (...) imagínense si estos malhechores hubiesen tenido intención de usar voces poderosas para difundir desinformación para posiblemente interferir en nuestras elecciones, perturbar el mercado bursátil o alterar nuestras relaciones internacionales", dijo el senador demócrata Ed Markey en un comunicado.
Twitter Inc dijo que los hackers habían atacado a empleados con permisos para entrar a sus sistemas internos y "usaron este acceso para tomar el control de muchas cuentas altamente visibles (incluyendo las verificadas) y publicar en su nombre".
Otras cuentas de alto perfil que fueron hackeadas incluyeron la del rapero Kanye West, la del fundador de Amazon Jeff Bezos, la del inversor Warren Buffett, la del cofundador de Microsoft Corp Bill Gates, y las cuentas corporativas de Uber y Apple Inc.
Las cuentas secuestradas tuitearon mensajes diciendo a los usuarios que enviaran bitcoin y su dinero se duplicaría. Los registros de las cadenas de bloqueo disponibles públicamente muestran que los aparentes estafadores recibieron más de 100.000 dólares en criptodólares.
El presidente ejecutivo Jack Dorsey dijo en un tuit el miércoles que fue un "día difícil" para todos en Twitter y se comprometió a compartir "todo lo que podamos cuando tengamos un conocimiento más cabal de lo que pasó exactamente".
Pero la filtración seguramente volverá a atraer la atención de Washington hacia las empresas de redes sociales, que ya han despertado la preocupación de los críticos tanto de la izquierda como de la derecha debido a su gran alcance, sus políticas de seguridad y privacidad, y su impacto en el discurso político.
"Un ataque exitoso a los servidores de su sistema representa una amenaza para la privacidad y la seguridad de los datos de todos sus usuarios", escribió el senador republicano Josh Hawley en una carta a Dorsey.
Impacto económico
Las acciones de Twitter bajaron tras el ataque. La empresa, en una medida extraordinaria, impidió temporalmente a muchas cuentas verificadas publicar mensajes mientras investigaba la violación.
En un análisis realizada por la columnista Gina Chon, se explica que para los inversores en empresas de tecnología, un ataque de esta magnitud tiene un significado claro: costes más elevados. Los gastos de Twitter ya aumentaron casi un 20% en el primer trimestre del año, resultando en una pérdida operativa de 7 millones de dólares en comparación con un beneficio de 94 millones de dólares un año antes. Idealmente, el gasto se compensa con un riesgo menor de futuros incidentes embarazosos.
Sin embargo, el fraude podría haber sido peor. Los tuits de los líderes empresariales pueden mover los mercados, además de ser la primera fuente de expresión de mandatarios como Donald Trump, quien usa la plataforma para anunciar nuevas políticas y para comunicarse con otros líderes mundiales o hacer comentarios sobre ellos. Así, no es difícil ver cómo un tuit falso puede hacer que se tambaleen los mercados, o incluso suponer un riesgo para la seguridad nacional.
Twitter, al igual que otras redes sociales, se beneficia de tener usuarios famosos muy activos y la pandemia de COVID-19 ha demostrado ser realmente buena para el negocio. El promedio de usuarios activos diarios monetizables de Twitter alcanzó los 166 millones en el primer trimestre, un aumento de casi el 25%. Pero, menos tuiteros prominentes podrían tener un impacto sobre esa tendencia y perjudicar los ingresos por publicidad. Y si los usuarios no actúan con cautela, los reguladores también podrían intervenir.
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