En Francia estos dispositivos están ayudando a las bodegas a determinar el momento óptimo de cosecha y hacer mapas de los diferentes cultivos.
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Las tecnologías satelitales y los aviones no tripulados (drones) permiten realizar mapas del vigor de las cepas de los grandes vinos de Burdeos (sudoeste de Francia), ayudando a realizar las vendimias en el momento óptimo.
Esos mapas, que señalan exclusivamente la actividad clorofílica de las hojas de las viñas, se han convertido en indicadores precisos, indispensables para algunos grandes vinos de Burdeos. Sus aplicaciones son múltiples y preciosas: gestión de la fertilización en primavera, mantenimiento de los suelos y tala durante el invierno, así como para la cosecha de las uvas en otoño.
Desde hace un año, en el Château Malartic-Lagravière, en el caso de la denominación Pessac-Léognan, las fotos tomadas desde un helicóptero, “caras y complicadas”, fueron reemplazadas por las imágenes tomadas vía satélite. “Eso nos permite ver el vigor de la viña en una evolución anual”, se congratuló el director de ese “cru classé” (una bodega de alta gama), Jean-Jacques Bonnie.
(Un drone vuela por los viñedos del castillo Pape Clement. Es el primer viñedo en incorporar un drone con cámara infrarroja para determinar la madurez óptima de las uvas. Crédito: AFP PHOTO JEAN PIERRE MULLER)
Los satélites Spot-5 y Formosat-2, utilizados para tomar imágenes con técnica infrarroja, sólo pueden funcionar cuando no hay nubes en el cielo. Este sistema, llamado Oenoview, fue elaborado hace cuatro años por el grupo EADS Astrium y el Instituto Cooperativo del Vino (ICV), que vende productos y servicios a la filial vitícola y vinícola. EADS se inspiró en la experiencia de un sistema similar destinado a los cereales, utilizado desde 1996.
Los drones, más precisos y menos complejos, también ayudan a los viticultores, suministrando fotos infrarrojas que, después de ser sometidas a un tratamiento informático, establecen un mapa del vigor del viñedo. Según Henri Borreill, presidente fundador de la empresa de aviones teleguiados Exametrics, que trata de imponerse en ese naciente mercado, el drone ofrece la ventaja sobre el satélite de “diferenciar entre la viña y las hierbas que crecen en las plantaciones”.
Trabajo de precisión
En el Château Pape-Clément, otro “cru classé” de Graves, se acerca el momento de la cosecha. De pie en medio de los viñedos, Henri Borreill hace volar su drone de cuatro hélices, equipado con un aparato fotográfico, sobre las parcelas cuyo vigor quiere analizar. Después de los ensayos lanzados el verano pasado (boreal), el magnate bordelés fue el primero que compró, en febrero, su propio avión teleguiado, llamado “Hacia la excelencia”.
El mapa infrarrojo que resultará de esas fotografías ayudará a determinar la madurez óptima de las uvas, y por lo tanto a decidir, si fuere necesario, aplazar las cosechas. Sin embargo, el drone no puede hacerlo todo, reconocen los vinicultores. Los análisis en laboratorio y la degustación siguen siendo fundamentales.
Además de las cosechas, las imágenes tomadas por los aviones sin piloto durante todo el año permiten “adaptar nuestro trabajo en forma cotidiana”, ya que actualmente “todas las tareas llevadas a cabo se inspiran en los mapas vigentes”, explicó Jeanne Lacombe, directora de Pape-Clément.
“Visto desde el cielo, tenemos una unidad de trabajo más pequeña, ya que subdividimos nuestras parcelas, detectando por lo tanto variables entre ellas”, afirmó, destacando un “trabajo de precisión”.
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