Made in Latam: el arribo del internet de nuestras cosas

El número de soluciones IoT crece aceleradamente en América Latina, en la antesala del arribo de la tecnología 5G. Un crecimiento que solo se transformará en boom cuando las empresas conviertan en estándar la sistematización de sus datos

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Ay, Claudia, serás muy científica, pero de internet no tienes ni idea. ¿Sabes qué es big data? ¿Sabes que es el Internet de las Cosas? No sabes ni de qué estás hablando. ¡Háblame del Internet de las Cosas! ¿Sabes para qué sirve? -alza la voz Purificación Carpynteiro Calderón, “Puri”, y se levanta enérgica de su silla para acercarse de manera amenazadora a su rival, Claudia Sheinbaum. Parece una escena sacada de una telenovela de Televisa, y no de un debate por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.

-¡Dime!, ¡contéstame! -insiste “Puri”.

La discusión causó risa y la escena todavía hoy (Claudia Sheinbaum gobierna la ciudad desde diciembre de 2018) es materia prima para memes que viajan irónicos por las redes sociales. Sin embargo, el show dejó dos preguntas entre los televidentes: ¿qué diablos es el Internet de las Cosas (IoT)?, y ¿por qué es tan importante, por qué todos hablan de aquello?

Un brasier inteligente que ayuda a las mujeres a detectar anomalías relacionadas con el cáncer de mama. Unos anteojos en cuyos cristales se puede leer el correo electrónico. Un refrigerador que avisa cuando estamos sin leche y la pide directamente al súper. Un collar que monitorea la salud y hábitos de una vaca. Un auto inteligente que recoge datos sobre la conducción de su propietario y los envía a una aseguradora para calcular el valor de la póliza. Un brazalete que envía alertas a un equipo médico para ayudar a una persona de la tercera edad cuando alguno de sus signos vitales se altera.

Todos estos ejemplos son dispositivos IoT, dignos de la serie Black Mirror, algunos made in Latam, que prometen cambiar de manera definitiva la forma cómo vivimos. Su presencia está en casi cualquier actividad humana y productiva, y eso hace que sea tan difícil limitar su definición a pocas palabras. “Se refiere a un sinnúmero de cosas que están conectadas a internet para que puedan compartir datos con otras cosas -aplicaciones IoT, dispositivos conectados, maquinas industriales y más. Los dispositivos electrónicos usan sensores incorporados para recolectar información y en algunos casos actúan a partir de esta (data)”. La compañía SAS, uno de los líderes mundiales de analytics, lo definió de esta manera tan general después de revisar muchos conceptos y hacer una lista de 101 términos relacionados al IoT.

Carrie MacGillivray, vicepresidenta de IoT

“La adopción de IoT está ocurriendo en todas las industrias, en los gobiernos y en la vida cotidiana de los consumidores. Estamos observando cada vez más cómo los datos generados por los dispositivos conectados ayudan a las empresas a funcionar de manera más eficiente, obtener información sobre los procesos de negocios y tomar decisiones en tiempo real. El acceso a los datos está cambiando la forma en que los consumidores están informados sobre el estado de los hogares, los vehículos y los miembros de la familia, así como su propia salud y estado físico”, explica Carrie MacGillivray, vicepresidenta de IoT y Movilidad en la consultora International Data Corporation (IDC). Y menciona la revolución que se avizora: “El próximo capítulo de IoT apenas comienza, ya que vemos un cambio desde una manera de habilitar lo físico digitalmente, a automatizar y aumentar la experiencia humana con un mundo conectado”.

Con la mira en ese futuro, decenas de startups de Chile, Brasil, México, Colombia, Argentina y el resto de América Latina, trabajan para crear soluciones IoT, a pesar de las dificultades que presenta la región: la lentitud en habilitar un espectro radioeléctrico que permita velocidades mayores de conexión, una regulación que va atrás de las innovaciones, una transformación digital que no alcanza a muchas industrias y sectores de la población.

 Christian Stuve (Fracttal)

Un estudio del Banco Mundial, de julio de 2018, ratifica las dificultades zonales: “América Latina debe invertir en conectividad a la red para poder aprovechar los beneficios de esta tecnología que está cambiando la vida cotidiana”, y concluye que el incentivo debiera ser que el IoT es una herramienta que puede ayudar a erradicar la pobreza y desbloquear nuevos impulsores del crecimiento económico. “La transición al 5G es necesaria para la adopción del IoT por parte de la industria y también para el desarrollo local de soluciones de este tipo de tecnología”, advierte José Otero, director general de 5G Américas.

Pese a las dificultades, “la conectividad a través de la nube y el precio de los sensores ha logrado que al IoT sea más accesible, y eso ha logrado que en la última década surjan diferentes iniciativas en la región”, destaca Christian Struve, director general de la plataforma de gestión de activos empresariales Fracttal.

Avanzada latinoamericana

 Julián Ríos (Cantu)

Es el caso del mexicano Julián Ríos Cantú, quien hace dos años fue reconocido como el “mejor emprendedor del mundo”, según el Global Student Entrepreneur Awards (GSEA). Con tan solo 18 años, había inventado un brasier que a través de 200 biosensores mide la temperatura de los pechos y ayuda a detectar el cáncer de mama, una de las principales causas de muerte en México.

El cáncer que padeció su madre lo motivó a investigar, desarrollar y poner en marcha el proyecto tecnológico para crear este wearable (un objeto con un microprocesador), a través de la empresa Higia Technologies. Una idea que recibió una inmediata buena acogida, porque en octubre de 2018 la empresa recibió una inversión de más de US$ 5 millones por parte de Khosla Ventures Hummingbird VC y Sound Ventures. “El acceso a capital en México es muy complicado, así que tuvimos que sobrevivir con los premios cuando no podíamos acceder a capital semilla”, recuerda Ríos.

Pero los tiempos difíciles han quedado definitivamente atrás, porque Higia ya colabora en pruebas clínicas con Stanford Medicine X, y hace poco abrieron en Puebla su primera clínica de atención primaria que trabajará principalmente con apoyo del brasier que desarrollaron.

Agustín Peláez (Ubidots)

La empresa fundada por Ríos es una de las primeras startups latinoamericanas de salud en recibir inversión de fondos internacionales. Un apoyo nada casual. De acuerdo con un informe de Deloitte, la salud es uno de los sectores con mayor potencial en la región para las soluciones IoT. Si no creen, pregúntenle a Ubidots, una startup colombiana fundada en 2012 por dos ingenieros electrónicos, Agustín Peláez y Jorge Cardona, y que hoy, según muchos analistas, posee una de las herramientas más interesantes de IoT en el mundo.

La compañía empezó como una empresa de servicios que hacía telemonitoreo para equipos, especialmente para el sector hospitalario. “Capturábamos información y buscábamos la forma de que estos datos salieran a internet”, cuenta Peláez a AméricaEconomía. “Pero al crecer empezamos a buscar soluciones para almacenar los datos, visualizarlos y tomar decisiones, y no las encontramos”. Fue ese impedimento el que gatilló la creación de una plataforma que permite a cualquier persona en el mundo crear soluciones end-to-end (mediante su instalación, integración y configuración) en el ámbito del IoT, apoyándose en Ubidots.

“Ubidots es una plataforma web compatible con cientos de dispositivos que pueden generar cualquier tipo de información, almacenaje de datos y un portal de autoservicio que es una interfaz para los clientes finales”, enumera Peláez. La versión gratis de Ubidots tiene hoy más de 60.000 usuarios que aprenden y desarrollan IoT a través de la plataforma, y 400 cuentas pagas con prestaciones personalizables en más de 100 países. “Vendemos una herramienta, no una solución”, sintetiza.

Y esa herramienta de Ubidots ha sido recibida con beneplácito principalmente en Estados Unidos y Europa, por su flexibilidad con cualquier segmento de IoT: salud, agricultura, ciudades inteligentes y manufactura, por ejemplo. Es en este último sector, llamado IIOT (Industrial Internet of Things) o industria 4.0, donde Peláez ve el mayor potencial de crecimiento para América Latina: “Son países industriales y las fábricas ya tienen todo instrumentado. Es fácil capturar los datos, a diferencia de sectores como el de agricultura. Es fácil aumentar las eficiencias en un corto plazo”, reflexiona.

Adíos al papel y el lápiz

IIoT es un nuevo paradigma de cómo se hacen las cosas debido a la cantidad de mejoras y posibilidades comerciales que abre. Un estudio de la multinacional Accenture estima que IIOT puede agregar US$ 14.200 millones a la economía mundial para el año 2030.

Fracttal es un buen ejemplo de este tipo de IoT y de la naturaleza internacional del sector. La plataforma creada en 2014, en Santiago de Chile, por un venezolano y un colombiano, Christian Struve y Alejandro Pérez, respectivamente, ha tenido un crecimiento exponencial desde que ganó Start-Up Chile Seed, en 2015. Después de conseguir financiamiento, se convirtieron en partners regionales de Intel y de Microsoft.

La empresa ofrece una solución que anteriormente solo podían pagar empresas de gran tamaño e infraestructura. Pero Struve y Pérez crearon un software -aunque desarrollan también hardware- que trabaja en la nube para la gestión y mantenimiento de activos al alcance de pequeñas y medianas empresas, principalmente de América latina. Explica Struve: “Hacemos que las empresas dejen de usar papel y lápiz, hojas de cálculo, y usen un sistema que les dará indicadores para la gestión de su mantenimiento”.

La empresa se mantiene como líder de este sector en América Latina y trabaja en un desarrollo nuevo, “un modelo de predicción basado en Inteligencia Artificial (IA) y machine learning, que predice cuándo un equipo tiene una alta probabilidad de fallar en un futuro cercano, y toma acciones a partir de esa información”, explica Struve a AméricaEconomía.

La compañía ya tiene oficinas en Santiago de Chile, Medellín, Río de Janeiro y Ciudad de México, y clientes en más de 30 países, que suman más de 12.000 usuarios. Entre los clientes de Fracttal hay empresas pequeñas y medianas, pero también de gran tamaño como Fedex, Unilever y TVAzteca.

Crecimiento rápido

El gasto global en IoT alcanzará los US$745.000 millones en 2019, según la consultora de tecnologías de la información International Data Corporation (IDC), lo que supondría un incremento anual de 15,4%, frente a los US$646.000 millones registrados en 2018. Las dos industrias que más aportarán a nivel mundial serán la del transporte y la de manufacturas, detalla el mismo estudio.

Estados Unidos y China concentrarán este gasto en 2019, con US$ 194.000 millones y US$ 182.000 millones, respectivamente. Les seguirán Japón (US$65,4 mil millones), Alemania (US$35,5 mil millones), Corea (US$25,7 mil millones), Francia (US$25,6 mil millones) y el Reino Unido (US$25,5 mil millones). 

Los países que tendrán el crecimiento más rápido del gasto en IoT, durante 2019, están ubicados en América Latina: México (28,3%), Colombia (24,9%) y Chile (23,3%), según una nueva actualización de IDC en todo el mundo.

Tan solo en 2015 había unos 15.400 millones de dispositivos conectados. Hoy ya son casi el doble y se espera que haya unos 75.400 millones conectados en 2025, dice la compañía IHS, proveedora de información global, con base en Londres.

El equipo de Ubidots, quienes trabajan para más de 60.000 usuarios que aprenden y desarrollan IoT a través de esta plataforma

Seguros conectados

Los obstáculos para este tipo de startups que manejan software como hardware son todavía mayores a los que enfrenta en promedio el ecosistema emprendedor de la región. Este fue uno de los grandes obstáculos que tuvo que sortear Fracttal cuando buscaba un partner para ampliar el alcance de sus soluciones. Aunque eso está cambiando. Hay empresas de la región que se dedican casi exclusivamente a hacer hardware y con muy buenos resultados. Es el caso de Tecrea, una compañía colombiana, y de las pocas en América Latina, que diseña y desarrolla dispositivos IoT, usando tecnologías de comunicaciones inalámbricas como LoRa, Sigfox, Celular, WiFi, Bluetooth. La compañía está presente en proyectos del sector eléctrico y energético, vehicular, de smartcities, agricultura y electrónica de consumo.

Este tipo de compañías permiten que nuevas soluciones se desarrollen en sectores como el de transporte, donde parecía que el IoT iba a tardar más en llegar. Es el caso de la empresa chilena Jooycar, tal vez la iniciativa más interesante en este sector en la región, aunque en los últimos años han aparecido otras que confirman la vitalidad del área. Jooycar está cambiando el negocio de los seguros, en este caso, el de los automóviles. La empresa comercializa productos que permiten obtener datos en tiempo real provenientes de los automóviles y conductores, para ofrecer seguros conectados y servicios inteligentes de valor agregado.

En 2017, Jooycar lanzó un seguro por kilómetro, una gran novedad para una industria donde cada conductor pagaba su póliza según características demográficas y no por la forma en que conduce. Y la novedad es aún mayor: el dispositivo mide los kilómetros, pero además registra cuál es la situación mecánica del vehículo en tiempo real. De esta manera, puede ofrecer un mecánico virtual y hasta decir qué necesita el auto y cuándo.

En este momento, hay más de 10.000 conductores conectados por Jooycar en la región, con un incremento mensual de más de 1.500. A Sura, la aseguradora multilatina que empezó a trabajar con Jooycar, se le sumaron otras tres en el último año. Y aunque hay empresas internacionales que dan un servicio similar, no hay una competencia en la región que esté creciendo como Jooycar.

Plan nacional

No se sabe cuántas startups relacionadas con IoT hay en la región, pero su aparición es cada vez más recurrente desde que surgieron las primeras, hace menos de una década. Chile, México y Colombia destacan con sus desarrollos. Y si se trata de oportunidades, se ubican sobre todo “en sectores donde tenemos ventajas competitivas y casi siempre un carácter regional”, comenta José Otero, de la organización 5G Américas, “como agricultura, minería, salud, transporte y smartcities”.

Pero Brasil es el país más adelantado en IoT de América Latina, sobre todo en la fabricación de hardware relacionado al sector agrícola, la industria donde más puede verse el aterrizaje del Internet de las Cosas. Por eso este sector es una de las ocho áreas fundamentales del Plan Nacional de IoT lanzado el pasado 26 de julio por el gobierno de Jair Bolsonaro, una idea que había sido lanzada con timidez en 2015, durante el gobierno de Dilma Rousseff, y que luego de superar diversos debates y discusiones legislativas, se materializó y cobró vida, por fin, a través del decreto 9.854. Un marco legal que impulsa el IoT, sobre todo, porque permite que cualquier actividad que involucre estos desarrollos no estará sujeta al Fondo de Fiscalización de Telecomunicaciones (Fistel, de carácter tributario).

La inversión en IoT en el campo brasilero llegaría a US$ 35 millones en la cosecha de 2018/2019, según la Asociación Brasileña de Internet de las Cosas (Abinc), entidad que calcula que la eficiencia, gracias a IoT y otras tecnologías, aumentará hasta en un 20 % la productividad en la agricultura.

Uno de los beneficiados con el decreto es Agrosmart, una de las empresas brasileras más desarrolladas en este sector, según varios rankings consultados. La compañía monitorea las condiciones ambientales, datos meteorológicos y procesamiento de imágenes en tiempo real a través de sensores, para ayudar a los agricultores a tomar decisiones, reduciendo costos de irrigación y aumentando la eficiencia. 

Agrosmart ya está presente en Estados Unidos, Israel y gran parte de América Latina, y acaba de levantar un financiamiento serie A de US$ 5,5 millones, convirtiéndose en una de las herramientas de agricultura de precisión que está revolucionando la forma de trabajar de los pequeños y grandes productores.

Soluciones como la de Agrosmart, sin embargo, se han encontrado, como en toda América Latina, con un acceso inalámbrico muy limitado a los servicios de banda ancha, sobre todo en el área rural. Así lo sufrió São Martinho, la mayor planta de procesamiento de caña del mundo, que tuvo que implementar una red 4G propia para garantizar la transmisión de datos de las operaciones agrícolas en la cosecha de este año.

Eso es lo que quiere solucionar la iniciativa brasilera ConectarAGRO, un emprendimiento que cuenta con el apoyo de los líderes de agronegocios CNH, AGCO, Bayer, Jacto, Solinftec y Trimble, y recientemente de Nokia. ConectarAGRO está creando una plataforma de conectividad para respaldar soluciones avanzadas de IoT que mejoren el uso eficiente de los recursos y aumenten la productividad.

La ruta hasta el IoT

El origen del Internet de las Cosas (IoT) se remonta a 1999, cuando Kevin Ashton, cofundador y director del Auto-ID Center, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), utilizó esta expresión ante los directivos de la empresa Procter & Gamble, a quienes intentaba convencer acerca de la importancia de incluir en sus cadenas de suministro etiquetas de identificación por radio frecuencia (RFID, en sus siglas en inglés).

Pero para llegar al IoT, una revolución que apenas comienza, hemos tenido que atravesar antes un largo territorio que se fue desarrollando del siguiente modo: 

 

1. A principios de los 90, comenzó el Internet de Contenidos, del HTTP y la creación de la web (World Wide Web). 

2. Posteriormente, surge la Internet de los Servicios, cuando el usuario comenzó a crear contenido, aparecen los programas XML, los servicios web. 

3. Luego, el Internet de las Personas, con los teléfonos inteligentes, las tabletas y las múltiples aplicaciones de redes sociales, que mantienen conectadas a personas con personas.

4. Llega el IoT.

¿Hacia un boom regional?

Pero la masividad aún está lejos del horizonte regional. Los principales desafíos para ese boom son de naturaleza financiera (costo, presupuesto, ROI), cultural o de falta de conocimiento y capacitación, según la consultora de tecnología Logicalis. “Inteligencia Artificial, plataformas, sensores y dispositivos son temas que aún requieren de una mayor capacitación para el desarrollo del tema en las organizaciones”.

A pesar de la lejanía con ese objetivo común, un estudio de Forrester Consulting dice que más del 90% de los negocios latinoamericanos está dispuesto a explorar la idea de implementar soluciones IoT, un porcentaje que supera el promedio mundial de 80%.

El aumento en la conectividad -para 2020 el 63% de la población tendrá acceso a internet móvil- y la transición al 5G podrían cimentar un escenario propicio para el boom de las iniciativas de Internet de las Cosas en la región. “Viene un cambio de paradigma digital en América latina por desarrollos de IoT”, vaticina José Otero, director general de 5G Américas, a AméricaEconomía. Aunque Struve, de Fracttal, considera que “el problema en América Latina es que estamos apenas sistematizando mucha información que a veces ni siquiera está en hojas de cálculo, entonces, pareciera que darle valor a la información está muy lejos. El término Internet of Values se está acuñando hace poco y eso es algo que falta en algunas iniciativas latinoamericanas: enfocarse en el valor percibido que puede ofrecer el IoT”.

Que casi todas las soluciones hechas en la región sean B2B y muy pocas B2C profundiza aún más la distancia con otros países. Al terminar 2019, se espera que haya 313 millones de dispositivos IoT conectados en la región, según cifras de la consultora Frost & Sullivan. Para el 2023, que esa cifra llegue a los 995 millones.

Rodrigo Labbé (Jooycar)

Para Rodrigo Labbé, de Jooycar, la regulación es otro de los temas que se deben atender en los próximos años para impulsar el IoT en la región. “La regulación tiene que ver también con beneficiar a la industria, no solamente en cómo se restringe”. Sus palabras coinciden con un estudio de Deloitte: “Es necesario establecer criterios regulatorios y de políticas públicas que permitan el desarrollo de un ecosistema favorable”, tal como recién hizo excepcionalmente Brasil.

Pero a pesar del rezago y las debilidades, el mercado en América Latina valdrá unos US$44.400 millones a finales de 2019, predice la compañía de estudios de mercado MicroMarket Monitor. El IoT no es un hype tecnológico. Pasada la euforia inicial, se empezarán a dar las condiciones para que el Internet de las Cosas se desarrolle de manera exponencial.

Invertir en revertir: el papel de la infraestructura sostenible

Gema Sacristán Directora General de Negocio de BID Invest

El siglo XXI es el siglo de la sostenibilidad. Nuestro futuro depende de los pasos que avancemos en esa dirección. Uno de los aspectos críticos para dibujar ese futuro sostenible son las infraestructuras que, según las Naciones Unidas, tienen una influencia directa sobre el 90% de las emisiones de gases de efecto invernadero. 

En el futuro, las infraestructuras tendrán un papel aún más crítico, debido a dos tendencias imparables. El fuerte crecimiento demográfico -en 2050 habrá 9.700 millones de habitantes- y la concentración en torno a las ciudades: dos tercios de la población mundial vivirá en urbes. En América Latina y Caribe, esta cifra subirá del 80% al 90% en 20 años. 

Este crecimiento demográfico exige más infraestructuras para abastecer necesidades básicas como agua, saneamiento, energía, movilidad, etc. Infraestructuras que deben ser más eficientes, resilientes y sostenibles. Solo así se podrá dar forma a esa economía descarbonizada con la que nos hemos comprometido en el Acuerdo de París.

Y debemos acelerar el paso. Como advertía hace unos días la ONU, o pisamos el acelerador o no lograremos acotar el calentamiento global en 2030 a menos de 2 grados Celsius. Además, todavía hay un déficit importante de infraestructuras básicas en el mundo. Hay que crear donde no hay y reemplazar lo viejo y contaminante. En total, se necesitan US$90 billones de inversión en infraestructura en el mundo, de aquí a 2030, según el New Climate Economy, más del valor total de la infraestructura que existe actualmente. El 60% de esta infraestructura será construida en los países en desarrollo, abriendo la posibilidad de saltar a un mundo de infraestructura sostenible.

El BID calculó que el costo de no añadir capital nuevo a la infraestructura de los países de la región equivale a alrededor de un punto porcentual de pérdida de crecimiento del PIB. La inversión necesaria equivale el 6,2% del PIB o US$320.000 millones al año, según Cepal.  Pero pensar en infraestructura sostenible implica elegir qué se construirá y cómo.

Los impactos de cambio climático significan pérdidas anuales alrededor de US$80.000 millones, de acuerdo con el Observatorio Iberoamericano de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible. El costo inicial en infraestructura resiliente es 3% más que en construcciones tradicionales, según un estudio de Willis Tower Watson. Pero para América Latina y el Caribe, los beneficios superan largamente los costos: cada dólar invertido en resiliencia genera cuatro dólares más de beneficio, según cálculos del BID.

Pero es importante que todos los engranajes funcionen correctamente. Por ello, en el Grupo BID hemos desarrollado un marco específico para las infraestructuras sostenibles que incluye más de 60 criterios y atributos en las cuatro dimensiones que consideramos clave -social, ambiental, incluyendo la resiliencia climática, financiera y económica e institucional- y que deben aplicarse durante todo el ciclo de vida del proyecto, desde la planificación, el diseño, la construcción y el cierre.  En su financiación también estamos viendo la creciente aplicación de los criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza), que ya se aplican en la selección, gestión y monitoreo de inversiones indirectas en infraestructuras por un valor de US$123.000 millones y en otros US$440.000 millones de inversiones directas.

Hay mucho en juego y no se pueden correr riesgos. Una de las razones por las que actualmente tenemos este enorme desafío respecto al cambio climático es porque en el pasado no planificamos ni pensamos en estos términos al diseñar las infraestructuras existentes. No podemos cometer el mismo error. Nos jugamos nuestro desarrollo y bienestar como ciudadanos, pero también el futuro en sí mismo.

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