Innovar o morir: ¿qué debe hacer Latinoamérica para ser la cuna del emprendimiento?

Por en Startups

Conversamos con Jonathan Levav, director académico del programa Stanford Ignite-Santiago, uno de los focos de innovación más importantes de Latinoamérica, para descubrir qué pasos debemos seguir para ser una región a la vanguardia.

"En 10 años queremos decir que Stanford participó en la formación y el crecimiento económico de varias regiones". Esta es la motivación que mueve la nueva versión del programa Ignite-Santiago, una iniciativa que nace de la Escuela de Negocios de esta universidad estadounidense para fomentar la innovación y el emprendimiento como prácticas comunes entre profesionales técnicos y estudiantes de posgrados fuera de Silicon Valley.

Este plan de estudios, dirigido a todas las personas que quieran aportar una nueva mentalidad a sus lugares de trabajo o crear un emprendimiento, comenzará este 2016 su tercera versión en Chile. De esta manera mantendrá su funcionamiento con profesores desde Santiago, y otra docena de académicos presentes a distancia, para instruir a un grupo de 50 personas para crear proyectos reales, viables y exitosos.

Una parte clave es esta iniciativa es Jonathan Levav, director académico del programa Stanford Ignite, quien conversó con AETecno para revelarnos los planes de este programa, las posibilidades para expandirlo por la región, el perfil del emprendedor latinoamericano, y especialmente, qué debemos hacer como A. Latina para estar a la vanguardia de la tecnología a nivel global. 

¿Qué impresión tienes de las primeras versiones de Ignite-Santiago?

Mi impresión es buena, hay gente muy hábil. Son participantes que tienen entusiasmo, inocencia y ganas de emprender, de hacer algo nuevo, de ser diferentes de sus padres. No es como en algunos ambientes, donde ves que los emprendedores buscan ganar mucha plata. Acá en el aula, cuando les enseño, se da un ambiente muy positivo y de entusiasmo. Muy diferente que en otros programas.

¿Hay características que diferencien a los chilenos de los participantes del otro programa de Ignite que existe el Latinoamérica, el Ignite-Sao Paulo?

En Brasil hay un ambiente mucho más salvaje donde muchas de las empresas se forman porque, por ejemplo, los bancos maltratan a los clientes o el gobierno es corrupto y no provee servicios. En Chile hay servicios básicos buenos, los bancos funcionan, el sistema no es abusivo. Solo tenemos que ver la polémica de Dilma y Lula para entender la diferencia. Pero, por un lado esto es bueno y por otro lado es malo. El emprendimiento nace de la necesidad. Así, cuando hay necesidad de innovación o esta sensación de que te encuentras en un país de frontera, la gente siente un incentivo a crear nuevos negocios. Esto empuja la creatividad y genera profesionales más atrevidos.

En cambio, el chileno piensa en el mercado local, piensa en Chile, en Santiago, a lo más en Concepción. Mientras que el brasileño ve un mercado y dice aquí hay millones y millones de personas, y se habla de otros términos. 

El emprendedor chileno, cuando sueña no piensa en ser Mark Zuckerberg (CEO de Facebook) porque no es realista, es algo muy lejano. 

¿Y a nivel regional, qué diferencias ves entre los emprendedores de Chile, Latinoamérica y Silicon Valley en términos de innovación?

Es otro mundo, en varios sentidos. Primero que todo, en el caso de Estados Unidos si en Chile hay un ingeniero, allá hay 50. Entonces lo primero es la cantidad de profesionales. Segundo, allá están las mejores universidades. Tercero, hay casos de éxito de emprendimientos. En Chile falta eso, falta el millonario. El que ocupa este lugar es el que tiene fábricas grandes, tiene minas o petroleras. Pero no hay ejemplos de personas, comunes y corrientes, que forman una empresa y la venden por 500 millones o la llevan a la bolsa. No hay startups unicornios. El emprendedor chileno, cuando sueña no piensa en ser Mark Zuckerberg (CEO de Facebook) porque no es realista, es algo muy lejano. No hay una comunidad de hiper exitosa acá en Chile. Eso falta.

Tampoco existen fondos de inversión como en Sillicon Valley. Incluso en Brasil hay más, aunque son escasos. En Chile, este mercado es muy chiquitito. Si ves los venture capital, los más grandes tienen 15 millones. Incluso me contaron de alguien que había ganado 4 millones. Esa cifra no es suficiente para poder armar un emprendimiento. Quizás para que empieces, pero si quieres realmente crecer, para globalizar o sudamericanizar, necesitas muchos más fondos. Entonces no está la plata y no está la mentalidad tampoco. La mayoría de nuestros alumnos solamente piensan en el mercado de Santiago. Todavía no han hecho el cambio de decir “no, tenemos que ser dominantes o exportadores de tecnología”.

¿Qué deberían hacer los mercados como Chile para poder surgir en el mercado de emprendimiento e innovación?

Yo nací en Israel y ahí se hizo lo que Chile debería hacer. Ellos son exportadores de tecnología. Es una población pequeña, de ocho millones y medio, que no te permite crear una gran empresa. Pero hubo una combinación del gobierno ayudó a crear los fondos de inversión, las universidades que impulsaron la investigación, la formación de parques industriales, en un esfuerzo grande para fomentar la creación de empresas. De todas formas, hay una sensación de frontera, es un país chiquitito en el que si no innovas, mueres.

Chile es un país muy conservador, tiene una cultura que es opuesta a lo que significa emprender.

El otro problema de Chile es que los jóvenes, por ejemplo, salen de la universidad y comienzan a trabajar en un banco y pueden llegar a ser gerente de crédito en Vitacura o Las Condes, o algún otro barrio. Ya tienen una buena carrera armada. Así que cuando van y le dicen a sus padres que van a emprender, que van a crear un app, ellos les dicen inmediatamente que está loco.

Este es un país muy conservador, tiene una cultura que es opuesta a lo que significa emprender. Comparas Chile con Silicon Valley, y es sumamente diferente, Estados Unidos es muy liberal y abierto; Israel también; lo mismo en Bangalore, allá todos están constantemente pensando ni siquiera en llegar a toda India sino que a todo Asia. Además no tienen nada que perder, sus padres no se escandalizan cuando quieren armar su empresa porque, por otro lado, también tienen casos de éxito.

Acá lo que falta es uno o dos éxitos grandes para poder realmente cambiar las cosas. Esperemos que del programa Ignite salga algo o alguien, o al menos el comienzo de un proyecto así.

Acá lo que falta es uno o dos éxitos grandes para poder realmente cambiar las cosas. Esperemos que del programa Ignite salga algo o alguien, o al menos el comienzo de un proyecto así.

 

¿Cuáles son los proyectos que más te han llamado la atención de los dos años de Ignite?

Unas de las alumnas más impresionantes que he conocido es Francisca Contreras, la creadora de Bioexplora, que ideó una técnica para poder analizar muestras para la industria minera, para poder encontrar minerales en la Tierra. Así, en vez de taladrar, saca la raíz de la planta y la analiza. Ese es un problema chileno, pero que se puede exportar a toda la industria de minas, osea, con un potencial global. 

Otro ejemplo es el de SimpliRoute, del también ex alumno Eyal Shats. Este joven creó una empresa de optimización de procesos de distribución con la utilización de camiones, para delivery. En su caso, él pudo usar su paso por Stanford para llegar a una incubadora en Silicon Valley llamada 500 startups. Esta es una empresa que nació acá y no responde a un problema local, sino que puede ser exportado a cualquier parte.

¿Tiene que existir un cambio de paradigma en la región para surgir?

Es un cambio cultural, es pensar de otra manera. El gobierno y la industria tienen que apoyar a los emprendedores. No deben tenerles miedo. Al final lo que puede pasar es que se armen emprendimientos y después, las industrias grandes pueden comprarlos en vez de generar ellos mismo la innovación. Este proceso es complicado para una organización muy grande porque se hacen las cosas de una manera, ya tienes un paradigma para funcionar y una cultura que es difícil de romper. Pero siempre puedes adquirir estas ideas. Cisco, Oracle, Google, todas las semanas compran empresas y no son por US$15.000 sino que por hasta mil millones. Esa es una oportunidad.

El gobierno y la industria tienen que apoyar a los emprendedores. No deben tenerles miedo.

¿Qué se necesita en este minuto en la industria de tecnología?

Se necesitan mujeres. Las sociedades desarrolladas vienen con el derecho de las mujeres. Uno de nuestros orgullos en Ignite es la cantidad de proyectos que tenemos de fundadoras de este género. Un ejemplo es el de Bioexplora, su creadora es una biotecnóloga, tiene sólo 27 años y es su segundo emprendimiento.

Para tener crecimiento económico tiene que haber una sociedad inclusiva que tome en cuenta a todos sus actores, no sólo una parte. Especialmente en países con gran inequidad. Esas naciones no crecen si la gente rica, se vuelve más rica. Tiene que haber una distribución más grande. Si miras los países con éxito económico, son en su mayoría países donde las mujeres participan más. Porque sino lo que estás haciendo es que estás desperdiciando un gran grupo de talento. Si las mujeres van a la universidad y después no trabajan, tiran su educación a la basura. 

Si miras los países con éxito económico, son en su mayoría países donde las mujeres participan más. 

Esto se fomenta visibilizando casos de éxito de este género. Acá quizás hay solamente una, Alejandra Mustakis, pero imagínate que fueran 10. Quizás todo puede cambiar, porque tienes a la mitad de la población que dice “yo también puedo hacer eso”. 

¿Han pensado expandir la experiencia en Santiago y Sao Paulo hasta otras partes de la región?

Por ahora no vamos a expandirnos por la región, porque es muy costoso. Además somos un grupo de 120 profesores en Stanford y unos 40 son parte del programa Ignite. Es decir, es un tercio de la facultad y cada vez que agregas un mercado, agregas horas de enseñanza y hay un límite de nuestra capacidad. Así que lo que hacemos es elegir un lugar donde podamos tener el mayor impacto. Si miras Sudamérica, los lugares donde se pueden hacer más cosas son Santiago y Sao Paulo. 

Yo tengo la fantasía de hacer un programa en Buenos Aires, pero estos programas son difíciles de sostener. En este momento, en cada programa que abrimos perdemos dinero. Este proyecto de Ignite no lo hacemos para ganar plata, sino que para exportar las ideas.

La idea es que en 10 años podamos decir que Stanford participó en la formación y el crecimiento económico de varias regiones. 

Si miras en el mundo las escuelas de negocios y piensas dónde se están creando las ideas más importantes de innovación, y cómo una universidad puede participar en la formación de una industria, Stanford es el lugar número uno por bastante lejos. Silicon Valley nació de esta universidad. Tenemos ese modelo, tenemos ese gen y la idea del programa es poder exportarlo. Cuando hablo con gente de empresas grandes, buscan agregar trabajadores con ese elemento. Por eso algunos de nuestros participantes no son emprendedores sino que “inprendedores”, vienen de la industria, de empresas grandes. La idea es que en 10 años podamos decir que Stanford participó en la formación y el crecimiento económico de varias regiones. 

Todos los programas quieren transformar a la personas, darles las herramientas y darles el poder, cambiar el paradigma y darles el impulso para decir: ¡A la mierda, voy a hacer esto y voy a hacer un cambio!

*El programa Ignite-Santiago se realizará entre el 19 de agosto y el 6 de noviembre en las instalaciones de Microsoft Chile. Los interesados deberán completar el formulario de postulación online, además de adjuntar su curriculum vitae, tres ensayos cortos y dos recomendaciones. ¿Hasta cuando se puede postular? El plazo máximo es hasta el próximo 2 de mayo. En tanto, el valor de la inscripción es de US$ 10.000 e incluye materiales para el curso, eventos del programa y almuerzo y comida para las sesiones de la tarde y los sábados. No obstante, el dinero no es una limitante. El programa cuenta, además, con cuatro becas para cubrir los gastos del 50% del curso. 

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